Angy Contreras

«La colchoneta verde»

978 palabras
8 minutos
84 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
😵 Imagina la aventura personal de un o una novelista que pierde la noción entre la realidad y la ficción.
Todavía recuerdo aquel día.
Mi familia y yo cogimos unos días para escapar del ardiente suelo cordobés para veranear donde siempre, en Chipiona, el pueblo gaditano que despliega la alfombra de flores ante el templo de Regla. Cuenta con una playa paradisiaca que tiene arena fina que resbala, el agua fría para la articulación, un faro para los naufragios, unos corrales para los cangrejitos y un templo que me trae buenos recuerdos.
Y rocas. Muchas rocas.
Una tarde decidimos ir a la playa como siempre. La única diferencia es que había un alto oleaje y rocas. Muchas rocas. Dureza en la suavidad.
Mi padre ancló la sombrilla y mi madre preparaba las hamacas. Mi hermano jugaba con la arena y yo me quitaba la ropa para poder bañarme.
-    Cógete la tabla y surfea las olas como tú sabes – dijo mi padre pasándome la tabla de Hello Kitty –. Hoy hay buenas olas.
Una costumbre que tenía era el dejar que las olas me llevasen tumbada bocabajo en la tabla. Era como tirarse por un tobogán muy alto y empinado, sentir una adrenalina que solo los deportes in extremis pueden otorgar.
Así que me dispuse a hacer caso a mi padre.
Primero, metí los pies. Un escalofrío me recorrió de arriba abajo, como en las películas. Después, fui introduciéndome poco a poco en el agua. Eso sí, cuando llegaba a la cintura, parecía que tenía un flotador de hielo. Finalmente, me mojé la cabeza recordando las palabras de mi padre (“mójate la nuca para que el Sol no la recaliente, que es muy sensible”).
Fui un poco más a lo hondo y miré a mi alrededor. Me gustaba mirar de otra forma, es decir, en vez de mirar a la orilla desde fuera, mirarla desde dentro. Daba una sensación surrealista de lo que es el mundo en realidad – una bola de cristal que miramos desde dentro.
Vino la primera ola y la cogí justo cuando la espuma empezaba a asomarse en la cabeza, el mejor momento para coger más impulso.
Y me fui. Era como conducir un coche descapotable. Sentía el aire húmedo darme en la cara, el olor a agua salada colarse por mis orificios nasales, las gotas salpicarme en la cara, los niños quitarse del medio para que no los arrollase, algunos pececillos nadar a mi lado para luego salir corriendo, una pelota caer por las palas y un alga rozarme las piernas, dándome repelús como siempre.
Llegué a la orilla y me quedé encallada en la arena. Miré hacia atrás viendo las olas romper, en cómo yo había montado una a mi manera y en cómo osaba yo repetir una y otra vez.
Decidí cambiar de transporte: de una tabla de Hello Kitty a una colchoneta verde larga en la que te podías tumbar.
-    Ten cuidado, – advirtió mi madre – el oleaje está salvaje.
Salí corriendo después de darle un beso en la mejilla al agua. Tomé la colchoneta y me lancé sobre ella chocando con el agua.
Me tumbé bocarriba a mirar el Sol, aunque tuve que cerrar los ojos para no quedarme ciega. Como hacía tanto calor, el agua se estaba evaporando de mi piel y quedaba restante la sal, dándole un toque rasposo. De vez en cuando daba lametones por mis labios para quitar los restos salados sin defraudarme por su sabor.
Sentía paz, una paz que hacía mucho tiempo no sentía. Sentía que me quedaba sola en un mar tranquilo (a pesar del gran oleaje). Sentía que podía flotar en el espacio, como si no hubiera nada más en este mundo.
Pero eso se fue cuando desperté del sueño.
Una mano me zarandeaba mientras yo abría los ojos. Lo primero que vi fue la pantalla del portátil.
-    Te has quedado dormida – oí a la voz de mi madre decir.
Levanté la cabeza limpiándome la baba y miré la pantalla. El cuento de la colchoneta verde ya no estaba en español, sino en un idioma que no conseguía comprender.
-    ¿En qué idioma está eso? – pregunté aturdida y curiosa.
-    Es porque apoyaste la cabeza en el teclado.
-    Ah, vale – dije comenzando a borrar lo que sobraba.
Mi madre salió de la habitación y entró una bandeja con la merienda.
-    Alimenta ese cerebro, anda – dijo dándome un beso en la cabeza y saliendo de la habitación.
Miré el menú. Una gran palmera de chocolate, un vaso de leche y una manzana adornaban la bandeja.
Miré el portátil. Un montón de letras contaban una historia.
¿Desde cuándo escribo si no tengo portátil?
Parpadeé encontrándome de nuevo en la playa.
-    Qué sueño más raro – musité estirazándome.
Sin verlo venir, una ola me llevó por delante. Di unas cuantas vueltas de campana medio ahogándome y conseguí salir a la superficie de espaldas.
Sin embargo, un dolor intenso en la espalda hizo que cerrase los ojos, volviendo a ver el portátil con el cuento.
-    ¿No me había golpeado la espalda? – pregunté intentando tocarme la espalda, pero fue imposible.
Estaba paralizada.
-    ¿Qué haces? – dice mi madre viéndome con los ojos abiertos como platos.
-    No me puedo mover, mamá.
-    Normal, todavía no te has recuperado del golpe con la roca.
-    ¿Qué roca?
-    ¿No lo recuerdas? – pregunta confusa –. Fue ayer antes de irnos. Te encontramos inmóvil al lado de la colchoneta verde y tuvimos que llevar corriendo con el socorrista.
-    Pero si yo no escribo – dije mirando la pantalla sorprendida.
Mamá dijo algo más, pero salieron burbujas de su boca. La miré intentando comprender lo que estaba sucediendo, pero vi el paisaje cambiar.
Ya no estaba en mi habitación, sino en la playa. El Sol me golpeaba la cara.
-    ¿Estás bien? – dice mi madre cogiéndome la cara.
-    No me puedo mover, mamá. Me duele mucho la espalda.
-    Tranquila, ahora vamos con el socorrista – dijo cogiéndome en brazos intentando mantener la calma.
-    ¿Y mi colchoneta verde? – pregunté desorientada.
-    Hija, nosotros no tenemos ninguna colchoneta verde.
Angy Contreras
Estudiante de Filología Inglesa en la UCO. Siento tanto que ni las palabras son suficientes…
Miembro desde hace 2 años.

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Mónica Arranz
03 sept, 20:02 h
Genial! Confusión total entre ficción y realidad.
Angy Contreras
03 sept, 20:32 h
¡Me alegra que te guste! 😊
Eugenio A. García de Paredes Pérez
05 sept, 20:51 h
Magnífico en su crudeza.
Angy Contreras
07 sept, 00:36 h
¡Muchas gracias por leerlo! :)
Pepa Hernández
09 sept, 11:36 h
Genial!! Tiene duende
Angy Contreras
10 sept, 12:06 h
Me alegra que te guste!! :)
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