Tienes tanto amor que dar, tanto cariño. Pero no encuentras a tu mitad, a tu media naranja, a la persona con la que compartir despertares y atardeceres, alegrías y sufrimientos. Tu amor no es para una pareja, no es un amor romántico de besos robados y noches apasionadas, tampoco taciturno de tardes en el sofá compartiendo manta. Tu amor es más profundo, algo visceral, un amor de madre. El amor menos egoísta que existe y probablemente el más incondicional.La gente te juzga desde el primer momento, porque decidir cuidar de tu hijo si el padre os abandona es una cosa heroica, pero decidir tener un hijo sin un padre a la vista, decidir ser madre soltera eso es otro rollo. “Le estás robando a tu hijo la presencia de su padre”, “es la decisión más egoísta que puedes tomar”, “solo piensas en ti misma”. Al final, es tu decisión y cuando ves a tu hijo dormir con su manta verde de dinosaurios, cuando te sonríe con sus primeros dientes asomando, cuando da sus primeros pasos intentando alcanzar tus brazos extendidos; entonces, no tienes ninguna duda. Es tu hijo. Lo mejor que te ha dado la vida. Y tú tienes amor suficiente para regalarle la mejor vida que pueda tener y fuerza suficiente para enseñarle a luchar por todas sus oportunidades.No siempre es fácil, ser madre no es un camino de rosas. Tienes que ser un ejemplo a seguir, un pilar inquebrantable y el trampolín que le impulse a seguir. A veces te equivocas, te enfadas, gritas, te frustras. Otras veces no te equivocas y sigues siendo la mala del cuento. Pero al final del día no hay nada que merezca más la pena, es la lucha más increíble de tu vida. Y no hay un solo día que te arrepientas de tu decisión. Ser madre.