El día siguiente, destrozada, fue a por un capuchino al parque, y la dueña lo dejo, estaba cerrado, y con un poco de pesimismo se sentó en el parque y saco una tablet donde se puso a escribir lo que a ella le llenaba de energía, escribió sobre la vida, el amor y hasta el conocimiento, y se dio cuenta que no sabía nada sobre los seres humanos, al intentar comprender sobre esto último, escribía sin casi parpadear, perdió la noción del tiempo en aquel banco, divagaba en sus oraciones, cada vez eran más raras, entrando en un bucle de soliloquios que la gente podía escuchar al pasar por su lado, dejo el bolso y la tablet en el banco de aquel parque e imagino un mundo donde la gente decía lo que realmente sentía, empezó a parar a la gente y con las pupilas contraídas y la mirada en el limbo les contaba lo que ella amaba del mundo, la gente se asustaba, la huían, intentaban sortear la, pero ella seguía parando a la gente, hasta que de golpe notó que algo no iba bien, lo para ella era algo obvio y natural para los demás era lo contrario, en eso se basan las relaciones humanas, en no abrumar a los demás con los que pensamos realmente y entendió que aquel camino no era el bueno.
De repente su visión del mundo contemporáneo se redujo a tal magnitud que dejó las columnas de los periódicos y decidió escribir sobre lo que estaba esperimentando, estuvo encerrada por 4 meses, todo lo hacía online y no abría la puerta a nadie, las persianas a media luz, en su absoluta soledad término aquel libro que ella pensaba que le abriría los ojos a más de uno, cuando cruzó la puerta de la calle para imprimirlo, la realidad la cegó, su luz, el ruido, la abrumacion era tal que el lápiz de memoria con su libro calló al suelo, un señor lo recogió y se lo dio con unas palabras muy amables, ella se sumergió tanto en sus escritos que comenzó a pensar que para que lo iba a publicar si todo el mundo miente al hablar, nadie dice lo que piensa de verdad, todo es una farsa impuesta.
A día de hoy, Elena, está en lugar lejano, vendió el ático y todas sus cosas, nadie sabe a dónde fue o si está bien, lo cierto que aquel día en que ella salió del portón del patio con el cheque del dinero del ático, solo llevaba una chaqueta con mangas francesas y entre risas se desvaneció entre la multitud que caminaba por las calles.
