«La maternidad y las drogas»

Cosmina tenía dieciocho años cuando su vida dio un giro de trescientos sesenta grados. Miró el test de embarazo positivo y su mente se trasladó a la primera vez que escuchó sobre la maternidad. Fue en su casa de campo donde su padre vociferó a los tres vientos cada pauta que debía seguir para obtener un matrimonio perfecto, enlazándolo a todas las responsabilidades de ser madre. Su padre recalcó con especial vehemencia la norma más importante que él consideraba: "Pon a tus hijos antes que a ti."
Y parada frente al espejo donde sus inseguridades seguían vigentes, se preguntó como es que había llegado a tan desafortunada situación.Recordó su primer trabajo que también fue el último y le vino a la mente el apuesto hombre que la había contratado en su local, del que irremediablemente se había encaprichado.

Su hija yacía acostada, mientras ella miraba unos papeles que en cierto modo asegurarían un mejor futuro para su preciosidad. La culpa le invadía las entrañas y la consumía, la única manera de hacerla desaparecer era inhalar aquel polvo blanco que estaba en la mesa a simple vista, "Quizás así se me aclaren las ideas." Pensó. Pero esa sustancia solo la guió a un mal camino, hacia una pesadilla desde que inhaló por primera vez.
Su mente corrompida creyó que podría cuidar de su "Esperanza", con su bebé podría volver a ser ella, quizás conseguir el amor del padre y no decepcionar a nadie más.

Pero las drogas decidieron un destino muy distinto y tuvo que dejar a su pequeña en los brazos de su padre.
Lloró y perdonó a su madre, porque ahora comprendía que no siempre quedarse y anteponer a sus hijos era lo correcto.