Hoy es el día.
Por fin. Por fin. Tras meses y meses de correcciones, de eliminar escenas inconexas, de discusiones con mi editora, de batallar contra los miedos nocturnos... Hoy, 21 de diciembre de 2021, saldré con mis amigos a celebrar el rotundo éxito de mi primera novela. 'Las crónicas de los incomprendidos' se ha ganado los corazones de un sinfín de lectores, periodistas, y hasta escritores de renombre como la gran Milena Barras. ¡Necesitaría miles de páginas para mostrar todo lo que admiro a esa mujer! ¡Y me faltarían palabras! No sentía tanta emoción desde que ganamos el mundial de fútbol en 2010, de ahí que casi desparramase todo el café en el escritorio cuando esta misma mañana leí la reseña de la señora Barras en su página web.
'Buena prosa. Personajes encantadores. Una trama que te atrapa de principio a fin. [...] ¡Le auguro un buen futuro al joven Carlos Martínez!'
De todas las felicitaciones esta fue la que más euforia me generó. Jamás en mis 25 años de existencia llegué a creer que mi ídola, mi mayor fuente de inspiración en este complejo mundo de la escritura, fuese a leer las aventuras y desventuras de mis estrafalarios personajes. Ella, Milena Barras, sentó un precedente en la literatura juvenil. Misterio, romance, aventuras, drama, policiaco… ¡No hay género que se le resista! Sus historias han inspirado a un montón de jóvenes a lanzarse a la piscina, a querer vivir su sueño y llegar a ser tan famosa como ella. Se podría decir que, en mi caso, he tenido ‘una flor en el culo’. Además de mucha constancia, esfuerzo y dedicación, he contado con un buen círculo de apoyo encabezado por mis padres, mi exigente editora Sara y mis preciadas amistades. Es más, varios de mis personajes están basados en mis amigos íntimos.
Sin entrar en detalles del argumento mi novela trata de cómo un grupo de adolescentes (cada uno con su propia movida familiar e inseguridades tan comunes de esos años) investiga la desaparición de la chica más popular del instituto, enfrentándose a una red de engaños y secretos que se extiende por todo su pueblo natal. Dicho así de buenas a primeras suena un poco cliché, pero os aseguro que el ‘plot twist’ del final os va a dejar con el culo torcido. ¡Ni Shyamalan lo habría visto venir!
A estas alturas del cuento, ¡me da igual si sueno pedante! ¡Estoy viviendo el sueño de toda mi vida! Cualquiera en mi situación se sentiría como si estuviese flotando en una nube. Es más, ¿cuántos cafés me habré tomado desde que ha empezado el día? Me sudan las manos, el corazón me va a mil por hora… He salido por patas de mi destartalado apartamento de soltero, esquivando como buenamente pude primero a mi gato y después a coches y transeúntes. Tras varios minutos dando vueltas por las calles de Madrid me detengo en una esquina. ¡O recupero el aliento o a este paso se me escaparán los pulmones por la boca!
‘Ay mierda. ¿Cómo se llamaba ese bar de copas al que íbamos a ir? Voy a llamar a David y así salgo de dudas’.
Con los pensamientos divididos entre el éxito rotundo de mi novela y la promesa de una noche espectacular voy rebuscando en los bolsillos de mi chaqueta. Repito la acción con mis pantalones vaqueros.
Sorpresa, ¡soy gilipollas! ¡Con las prisas he olvidado el teléfono móvil en casa! Ale. Pues nada. Tocará recorrerse medio Madrid a patita, con suerte encontraré a mi amigo Paco por el camino. Vive a tres manzanas de mi calle. ¡Conociéndolo seguro que se estará embadurnando el pelo de laca y el cuerpo de desodorante Axe!
‘Bah. Tengo tiempo hasta la noche. Una hora antes llamaré a su piso e iremos allí’.
Muy seguro de mi mismo escondo las manos detrás de la nuca y reanudo la marcha, silbando una pegadiza canción del último anuncio que vi en la tele. Mientras camino mi mirada se detiene en los escaparates de las tiendas, imaginándome miles de historias detrás de esos transparentes cristales. Esa pareja que acaba de entrar en la joyería puede que esté preparando una conspiración para asaltar el Congreso, ese hombre trajeado quizás esconda a un cachorro dentro de ese abultado maletín… Oh, y ese señor mayor con bastón no descarto que sea una entidad cósmica dispuesta a conquistar el planeta.
En una ciudad tan ajetreada como Madrid es normal no prestarle atención a los estímulos de tu alrededor como las bocinas de los coches, las conversaciones de la gente, e incluso las estruendosas sirenas de las ambulancias. Por desgracia, la pandemia nos ha acostumbrado a la presencia continua de esos grandes vehículos amarillos. Lo único que me hace desconectar de mis delirios de escritor es el corrillo de personas que empieza a formarse a dos pasos de mi posición, todas ellas dispuestas en la acera formando un círculo imperfecto. A medida que voy camuflándome entre la multitud escucho cuchicheos sobre un atropello y un choque entre dos coches, en ese momento mi conciencia me susurra ‘esto podría inspirarte para una futura novela’.
Casi me da una arcada al ver tanta sangre. Todo ese líquido escarlata salpica por todo el asfalto y, como macabra pintura de un cuadro de Goya, ante mis ojos se muestra una escena dantesca. El coche tiene el capó completamente destrozado, tras las ventanillas a duras penas consigo ver las formas de lo que antaño fueron adultos en plena flor de la vida. Un policía se encuentra agachado a los pies del vehículo, tratando de ayudar a su compañero a identificar los cadáveres.
― ¿Ese no es Carlos Martínez? Pobre… Era tan joven…
No.
Nononono. No puede ser… Lucía, Sara, David, Paco… Todos nosotros… ¿Estamos muertos? Los recuerdos de mi última noche bombardean mi mente con la misma intensidad que la luz de aquella discoteca.
En un instante toda mi realidad se hizo añicos.
En un instante mi carrera terminó tan pronto como esta comenzó.
Bueno, un poco sí, cuando empezó a andar con esa tensión aún alta y sin nada que hacer me dije que o descendía a la calma feliz hasta la noche o se venía algo gordo xD Pero vaya si fué gordo
Es bonita la idea de vivir tu sueño al morir o revivir tus mejores momentos. Pobre gatete :,3