«Las dos caras de la moneda»

Mire hacia atrás mientras me alejaba del que había sido durante todos estos años mi hogar, excepto en verano y a veces incluso me quede en vacaciones también, el internado donde he estado desde los cinco años hasta ahora que entro a la universidad y me tengo que ir.
Un impotente edificio casi al borde de un acantilado, y es casi porque lo que si está al borde es la pecera. Una piscina de aguas cristalinas y agua salada ya que proviene del mar, y en la que en verano nos pasamos todas las horas que no son de estudio. Disfrutábamos de las competiciones de nado y luego de tomar el sol.
Pensé en todas las cosas buenas que me habían pasado estos años y las lagrimas me empañaron los ojos.


Mire hacia atrás con alivio mientras me alejaba del que había sido durante todos estos años mi hogar, el internado donde he estado desde los cinco años hasta ahora que entro en la universidad. Y del que me escapaba siempre que podía aunque fuera a sitios horribles como la calle, mías compañeras le decían así, las que estaban en la misma situación. Porque las que tenían padres no sabían como es la experiencia de la que hablábamos y se quedaban calladas escuchándonos muchos días despotricar de ello y otros hablar sin más.
Al fin y al cabo la vida está llena de circunstancias, cada persona las tenemos, diferentes. Y las nuestras eran esas, habíamos aprendido a vivir con ellas, que no era lo mismo que resignarnos. Seguíamos y seguiremos luchando para conseguir lo que creemos que nos merecemos, una vida con todas las experiencias ateniéndonos también a las malas porque sabemos que están ahí.