«Las infinitas preguntas de Gregor»
Gregor, un novelista al que le gustaba escribir relatos de terror y quien tenía gran interés en la filosofía,
y el por qué de todo, de la existencia, del vivir... empezó a cuestionarse esto último noche tras noche.
Y las madrugadas cada vez eran más largas, pues las respuestas sólo las podía obtener él mismo, y no parecía encontrarlas.
Al verse derrotado, al admitir que nada tenía sentido, y sumergirse en una melancolía que le bloqueaba no sólo en todos los ámbitos y planos sociales y personales de su vida, si no también en lo que más amaba hacer, crear historias, lo que había amado desde que tenía conciencia sobre el lenguaje.
Así es como un día llegó a su vida una chica, que desde fuera podría parecer cualquier otra drama de rasgos bonitos, sin embargo, de ella emanaba una luz, un brillo, que parecía diferenciarla de toda persona que antes hubiera conocido el modesto Gregor.
No había hablado jamás con ella, eso era lo más curioso y extraño de la situación.
Gregor se la encontraba en la cafetería cercana a su hogar, en el tren, por las calles abarrotadas de Madrid, aunque a una distancia prudente.
Todo cambió cuando la muchacha apareció en su cocina, una mañana calurosa de verano.
"Debo de estar alucinando por este tiempo tan caluroso que hoy hace... oh... finalmente me he vuelto loco" dijo Gregor, incrédulo y sudoroso.
Temiendo por su vida, aunque también bastante curioso.
Al menos finalmente obtendría una respuesta.
O no la obtendría, quizás sólo sería secuestrado, o algo mucho peor.
¿Sería por el dinero? No... él había ganado bastante para mantenerse, pero aún era un escritor poco conocido.
— ¿Se puede saber qué haces en mi casa? ¿Qué quieres de mi?
— Más bien, tú anhelas algo de mi. - dijo la chica con una sonrisa burlona.
Verás, me hago llamar Darlene, aunque es tan solo uno de mis tantos nombres... sé sobre todas esas noches en las que sentías que tu mente explotaría con tantas preguntas sin responder.
Preguntaste tantas veces a la nada... el por qué.... bien, Gregor, yo soy la respuesta.
— No entiendo nada... me siento mareado — dijo Gregor, ahora con el rostro amarillento.
— Gregor, no hay nada como la realidad o la ficción, está tan sólo lo que todos podemos ver y lo que cada uno puede ver. Tú aún conservas algo que muchos otros, desgraciadamente, han perdido... la imaginación.
Tú me creaste, Gregor. La respuesta es que no eres nada más que una conciencia, un espectador..., fuiste creado siendo nada, para así poder serlo todo.
En ese preciso instante, Darlene desapareció.
Nunca más supo de ella, aunque le dió una idea para su nueva novela.
Y entonces supo... supo lo que uno no puede expresar en palabras.
La paradoja de existir.
El Universo siempre responde, sólo tienes que preguntar y estar atento a su respuesta,
que puede venir en la forma más inesperada.
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