«Sorpresa en el Louvre»

Al ver el cuadro en el Louvre me quedé paralizado, solo pude sentarme frente a él, observarlo y reconocerme.
Llegamos a París buscando unas vacaciones culturales y encontré parte de mi pasado.
Mi madre, tras reponerse ante el asombro, y sin apartar la mirada de los ojos de aquel niño, se sentó a mi lado y agarró mi mano tan fuerte como pudo.
-Es hora de que conozcas una parte importante del pasado de nuestra familia, eras demasiado pequeño cuando todo sucedió, es imposible que tu mente llegue tan al fondo de tus recuerdos.
No hizo falta mirarla para sentir que el dolor se había instaurado en sus ojos y su corazón como una losa pesada. Tras unos segundos en silencio continuó.
-La vida me premió con dos hermosos gemelos. Esteban, tu hermano, nació sano pero cuando cumplisteis un año enfermó. Las manchas y llagas comenzaron a salirle en las piernas pero poco a poco se extendieron por todo el cuerpo hasta llegar al rostro. Ninguno de los médicos a los que acudimos dieron con un diagnóstico; mucho menos con un tratamiento. Desesperados acudimos a un artista-brujo clandestino. Pintó un retrato de Esteban asegurando que la imagen atraparía los males que le afectaban y durante un tiempo así fue. Las marcas desaparecieron de su cuerpo para aparecer en la pintura pero después su mal afectó a sus órganos internos y nada se pudo hacer. Poco antes de cumplir los dos años, su cuerpo no lo soportó más.
A las pocas semanas detuvieron a Thierry y nosotros, por miedo, nos deshicimos del cuadro. El recuerdo de tu hermano lo enterré en lo más profundo de mi corazón. Su recuerdo aún me hace sentir que cientos de lanzas me atraviesan el corazón, por eso nunca te hablé de él.