«Las puertas del amor»

La apertura de puertas del museo se realizaba puntualmente a las 9 de la mañana. A esa hora, el servicio de seguridad habría pasado por todas y cada una de las estancias, comprobando que los vigilantes de sala estaban en sus puestos.Esa mañana, el vigilante norte empezaba a impacientarse. Su homólogo, el del ala Sur, siempre era puntual. Sin embargo ahí estaba, a escasos treinta segundos de la apertura, y solo junto a la puerta.—Victor November para Victor Sierra, ¿me recibes? —dijo impaciente por la radio.En unos segundos el aparato le devolvió un ruido sordo, seguido de un escueto:—Victor Sierra, estoy llegando.Miró hacia la esquina por la que debía aparecer y al instante lo vio, con paso ligero, viniendo hacia donde se encontraba.—Todo bien —dijo con la respiración entrecortada—. Abramos.El primero de los vigilantes miró al encargado de la taquilla, que con un ademán confirmó que todo estaba correcto por su parte. Se dirigió a la doble puerta de madera, de unos 5 metros de alta y la abrió de par en par. El frescor de la mañana inundó el recibidor junto con la luz aun naciente.Se giró a su compañero, que miraba el teléfono móvil.—¿Que lees? —inquirió.—Nada, Whatsapp —dijo guardando el teléfono en el bolsillo.—¿Has tardado? ¿Algún problema?—Nada grave, el nuevo maniquí, el de la sala de los pintores oscuros. No conseguía colocar el cordel de modo adecuado.—Vaya, otra vez. Siempre que te retrasas es en la misma sala —replicó dando un tono de sorna a las dos últimas palabras.Victor Sierra sonrió y miró a su compañero.—Te sientan bien los celos por la mañana.—No digas tonterías. Vamos a por un café. Has roncado mucho esta noche.