LIRIO SALVAJE - Zairaglezlago
Za
Zairaglezlago

«LIRIO SALVAJE»

988 palabras
8 minutos
110 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
😵 Imagina la aventura personal de un o una novelista que pierde la noción entre la realidad y la ficción.

Una sensación de ahogo se ceñía alrededor de mi cuello. Mi piel, impregnada de sudor, se pegaba a la cama y me incomodaba. La sangre palpitaba enfurecida contra mis oídos y la presión me obligaba a coger bocanadas de aire en vano, respirando agitadamente. En la oscuridad de la habitación, busqué su cuerpo como un niño abraza el calor de una madre. Mientras me aferraba a ella, me quedé dormido aspirando su aroma.

Esa noche soñé que paseaba bajo un bosque de naranjos y encontraba en medio del camino un lirio aplastado, con los pétalos mustios y desprendidos del tallo.

A la mañana siguiente, las sábanas eran mi única compañía. Estirando un brazo, intenté alcanzarla, pero solo hallé un vacío. Mi corazón se aceleró por momentos y me incorporé de un salto en la cama para encontrarla de pie apoyada en la puerta, observándome con una sonrisa.

Me acerqué en dos pasos y la besé con hambre de años, con la sed de un beduino que ha pasado días vagando por el desierto y finalmente encuentra un oasis. Ella emitió una risa ahogada yo me quedé observando su rostro como si fuera la primera vez que reparaba en él.

Un extraño sentimiento cruzó por mi pecho mientras caminábamos por el interminable pasillo de nuestra casa. Innumerables marcos con fotos de los dos nos saludaban al paso, pero, cuando intentaba fijar mi vista en ellas, la imagen se desdibujaba y se volvía imprecisa.

Por la tarde, me encerré en el salón, rodeado de nuestra biblioteca, que abarcaba tres de las cuatro paredes. Era mi lugar preferido para escribir. Sentado en mi sillón, con la libreta y el bolígrafo en mano, el paisaje verde al otro lado del ventanal semejaba un remanso de paz que me inspiraba para mis obras. Me faltaba poco para terminar mi última novela; sin embargo, esa tarde no conseguí escribir ni una línea. Las letras parecían bailar frente a mis ojos.

Cuando los últimos rayos de sol manchaban la habitación con tonos rojizos, un sentimiento de angustia se negaba a abandonar mi pecho. Ella había desaparecido horas atrás en un cuarto de la casa para pintar. Decidí buscarla y, tras comprobar la planta baja, alcé mi vista hacia la escalera de caracol, que lucía imponente frente a mí. En ese instante, no recordaba qué había en el piso de arriba. A pesar del rechazo que me provocaba, tenía que terminar mi obra.

Subí poco a poco, peldaño a peldaño, y la imagen que recibieron mis ojos una vez en lo alto nada tenía que ver con el piso anterior. Las paredes estaban descuidadas, con la pintura descolorida cayéndose a cachos. Las tablas del pasillo estaban rotas en algunas zonas y las cortinas raídas de la ventana del fondo estaban echadas, creando un halo de luz que se filtraba por sus huecos y dejaba ver el polvo volando por el aire cargado. Abrí una puerta cuyo pomo se quebró bajo mi mano y un cuarto de baño apareció enfrente de mí. Al instante, un suelo completamente marrón comenzó a vaciarse hasta volver al blanco de las baldosas. Cucarachas. Pulsé varias veces el interruptor de la luz, pero el cuarto siguió en penumbras.

Probé suerte con la siguiente puerta, pero estaba cerrada con llave. De repente, un ruido de movimiento y objetos cayendo llegó desde su interior. Intenté usar la fuerza, pero rápidamente ella la abrió desde dentro. La miré asustado, pensando que se había hecho daño, puesto que toda su ropa estaba manchada de un color rojo intenso, incluida su cara. Ella me tranquilizó diciendo que había estado pintando y se había manchado.

Eché una ojeada al interior de la habitación, pudiendo vislumbrar varios cuadros en su interior con periódicos colocados a lo largo de todo el suelo. Uno de ellos retrataba la imagen de una chica tumbada en una postura extraña en una calle. Su rostro estaba deformado, con la piel quemada contra el asfalto desprendiéndose. Tenía varios tonos rojizos a su alrededor, como si estuviera envuelta en un charco de sangre.

Ella volvió a encerrarse en la habitación, impidiéndome seguir mirando. Recorrí nuevamente las escaleras y me senté en uno de los sillones del salón, pensativo, viendo cómo el sol moría lentamente. El reloj de la pared comenzó a sonar cuando dio la medianoche. Cada campanada retumbaba en toda la casa, creando un ruido ensordecedor en medio del silencio sepulcral que reinaba a esas horas. Tras acercarme un poco, pude ver que las manecillas empezaban a girar rápidamente, dando vueltas y más vueltas hasta que me sentí mareado.

Tambaleándome, me dirigí a la cama y me dormí profundamente nada más caer en ella.

En la madrugada, un estruendo me hizo abandonar los brazos de Morfeo. En medio de la oscuridad, me incorporé rápidamente, con el corazón latiendo fuerte contra mi pecho. A mi lado, ella estaba acostada, observándome. Emitía unos sonidos ininteligibles, que me costó reconocer como palabras. Repetía una y otra vez: déjame ir. Encendí la luz para examinar mejor su rostro y un grito de horror escapó de mis cuerdas vocales. De repente, no había más que oscuridad.

La sensación que mejor podría describir los siguientes momentos es la de navegar por un mar en calma, bajo un sol que no quema, donde está uno solo ante la inmensidad del agua. Sin costa en el horizonte. En ese estado me encontraba mientras iba recuperando la consciencia. Hacía tiempo que creía estar buscando un final para mi obra, cuando en realidad no hacía más que evitarlo.

Las imágenes del accidente se fueron sucediendo en mi mente una tras otra. Ella sentada a mi lado, llorando. Yo discutiendo con ella. El cruce de la floristería Lirio Salvaje. El semáforo en rojo que no vi. Las luces del camión detrás de ella. Ella. Sobre el asfalto. Muerta.

El monitor comenzó a pitar con cada latido de mi corazón. Con cada doloroso latido, estaba dejándola ir.

Za
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Irene Lopez Peña
04 sept, 10:00 h
Me ha encantado, te mantiene intrigado hasta el final.
AS
Antolín Muñoz Sánchez
04 sept, 23:33 h
Se reconoce una dura experiencia muy bien transmitida. Enhorabuena
María Caballero
05 sept, 19:28 h
Un relato de los que se meten dentro. Has transmitido muy bien la angustia del accidente.
Wilma Beatriz Menelik
06 sept, 19:33 h
🥺🥺🥺
Lucia F.S.
08 sept, 05:12 h
Muy bueno!
Williams Nuñez
09 sept, 13:07 h
Soberbio!
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