«Maggie la rebelde»

Maggie sabía que sus horas estaban contadas, había llegado a los 95 años y su cuerpo ya no aguantaba más, se estaba apagando. Su nieta Karen seguía con su libro de memorias, la vida de su abuela era fascinante, tuvo dos maridos, siete hijos y veintidós nietos. Pero las hazañas de Maggie no eran solo la gran familia que había formado, fue una mujer de armas tomar.
- Querida -le dice a Karen con la poca voz que le queda- hoy te contaré mi secreto mejor guardado, por qué tu bisabuelo renegó de mí para siempre.
A los dieciocho años me habían buscado un pretendiente que no me gustaba, les dije que no quería casarme sino trabajar en la fábrica. Mi padre creía que me daría un escarmiento trabajando desde abajo y ese fue su gran error. Me hizo descubrir que el mundo no era de color rosa como yo lo veía, que había más colores como el gris de los uniformes, el negro de las ojeras y el rojo de la sangre derramada a veces por las trabajadoras en el taller cuando había un accidente. Mi padre no era un mal hombre, pero la producción tenía que ser rentable y lo más efectivo era tener una mano de obra barata y que no se quejara, de ahí que solo contrataba a mujeres que eran explotadas hasta quedar exhaustas. Me puso en el último eslabón de la cadena y me hizo ver lo injusta que era la vida. Me rebelé e hice ver a esas mujeres que tenían derecho a descansar y a un salario justo. 
La primera huelga la empecé yo, les abrí los ojos y las ayudé a escribir un manifiesto con todos los abusos que se cometían.
Mi padre me echó de la fábrica y de la familia.