Mis padres siempre presumían de aquel cuadro, me relataban que llevaba en la familia varias generaciones. Realmente desconocía su valor, siempre supuse que era más sentimental que real. El retrato de un familiar que ya todos hemos olvidado, pero con el que guardo un asombroso parecido, supongo que los genes familiares se han conservado intactos durante todas esas generaciones que me han mencionado.
Ahora estoy aquí, en el cuartel de la Gestapo. Estos putos nazis no hacen más que preguntarme sobre la procedencia del cuadro, yo siempre respondo lo mismo, pero esas respuestas no parecen ser las que buscan. No soporto más los golpes, las torturas, las vejaciones. Mi cuerpo está lleno de moratones y heridas sangrantes, creo que voy a morir antes de que logren saber la verdad sobre ese cuadro, ojalá yo la supiera, salvaría mi vida.
Por enésima vez se abre la puerta de la celda, creo que me espera otra sesión de preguntas y golpes, mi sorpresa es mayúscula cuando veo que la persona que entra es el mismísimo Adolf Hitler, que me dice:
—Vengo a pedirte disculpas, amigo. Los oficiales han cometido un terrible error, alguien vio ese cuadro en tu casa y te denunció por haberlo robado. Realmente fue un regalo que le hice a tu padre por sus servicios, el retratado es uno de mis antepasados. Ordenaré inmediatamente que curen tus heridas y te dejen libre. Por supuesto te puedes llevar el cuadro, es tuyo. Antes de irse, me miró fijamente al rostro, intrigado.
Ahora tengo una duda sobre mi parecido con el retratado y las mentiras de mis padres.
¿Quiénes eran realmente?, ¿Quién era realmente mi padre? ¿Por qué desde ese día tengo una escolta camuflada?
Da para una pequeña novela...
Me ha encantado paisano.
Saludos Insurgentes