«Mariano el de la pluma. Gonzalvico el de la espada»

Apenas había acabado de dar la última cucharada a la cazuela de migas con chorizo, cuando Mariano Lebrero, el más reconocido escritor de la localidad sureña de Villacasares de las vasijas, se disponía, como cada tarde, a dejar su imaginación y su pluma a merced de las musas. Repetía el mismo ritual desde hacia treinta y dos años, cuando recibió, entre otros reconocimientos de prestigio, el Premio Olé de literatura vasijera, otorgado por la Asociación de Vecinos de su barrio por su obra maestra, su Magnum opus: "Gonzalvico", una novela quijotesca, donde narraba las aventuras de un apuesto caballero. Tal y como Mariano se sentaba frente al papel en blanco, Gonzalvico subía a lomos de su caballo negro zaíno. Del mismo modo que Mariano desenfundaba su pluma, Gonzalvico empuñaba su espada. El escritor daba su primera cabezada, roncando sobre la mesa de escritorio, al mismo tiempo que el personaje comenzaba sus andanzas. Y allí estaba Mariano, pluma en ristre, soñándose Gonzalvico, librando batallas de casapuerta contra un grupo de chiquillos que se cachondeaban de sus alucinaciones.
En treinta y dos años no escribió una sola palabra, pero las musas le llevaron a miles de aventuras diferentes. Como aquella en la que Gonzalvico defendía, gallardo, las tierras del Rey Narciso y fue herido por villanos invasores...pero Mariano era apaleado por 3 vecinos del pueblo que pretendían recoger los tomates de su huerto y este se lo impedía.
Cada día despertaba frente al espejo reflejando aún los rizos dorados del caballero, confundidos con la cabellera gris del escritor. Aquella tarde de migas con chorizo, Mariano se despeñó por el barranco de los serenos, en lo más alto del pueblo. Gonzalvico, sin embargo caía en batalla a lomos de su corcel negro. Uno murió cm un héroe, fiel y leal soldado. El otro nunca acabó su novela.