A Luis le gustaba poner música clásica. Era su bar y ponía lo que quería. Los que íbamos allí lo sabíamos y aceptábamos.
Marisa, Pepe y yo esperamos a que Luis cerrara para que se tomara la penúltima con nosotros.
La música de violines sonaba de fondo. Me despidieron entre abrazos y chupitos,
Nunca olvidaré aquella melodía. La tenía en la cabeza un rato después de salir del bar, cuando desde la lanzadera vimos cómo caía el misil.
Paradójicamente, yo soy el que iba al frente y fui el único de los amigos que sobrevivió. Aquella melodía nunca se borró de mi memoria.
Años más tardes, cuando los años consumieron mi tiempo, mientras notaba como abandonaba mi cuerpo, aquella melodía seguía conmigo.
De pronto oscuridad. La luz llegó a mis ojos junto al rostro borroso que me tarareaba una canción. Mi madre me acurrucaba en sus brazos con aquella melodía, pero yo ya no podría decir nada, así que hice lo que sabía hacer y me dormí.
Me ha encantado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.