«Metafísica del espejo»

Soy un tubo. Por un agujero superior ingiero comida. Por un agujero inferior expulso lo que me sobra. La idea no es mía, ya lo escribió una belga hace años, hasta le puso nombre, "Metafísica de los tubos". Eso yo no debería de saberlo, pero tampoco debería de pensar, y sin embargo pienso. Echado todo el día menos cuando me alimentan y me limpian. Debo de tener algo más de seis meses. Ingiero, expulso. Me limpian. Me besan y me abrazan, me dicen cosas dulces. La mujer que me alimenta es joven y bonita, me da papillas y puré. Sin embargo es un hombre el que me limpia, y luego me pone cremas y un pañal. Ella tiene un olor dulce y me habla con mucho cariño, me pregunta como estoy, me mueve, me revisa. El hombre también me quiere, se nota, pero es más rudo, cuando me baña por la noche me frota fuerte y me quejo. Me dice "¡Hey Robertito! Menudas plastas has hecho hoy ¿eh? No te quejes cabroncete que ya acabamos". Me gusta cuando me pone cremas y pomadas, en mis partes, en el orificio de salida, en los brazos y las piernas. Me siento fresco y cómodo, preparado para dormir. Lo que hacen los bebés, ¿no? Entonces me sientan, y descubro que hay más personas en el baño. Un hombre rudo, gemelo del que me atiende a mí, y un anciano de pelo ralo y blanco. Creo que lo han bañado, también. No sé quién es. Nos sientan frente a frente, y nos peinan. A mí de izquierda a derecha, a él de derecha a izquierda. Los dos sonreímos a la vez y nos miramos fijamente, esperando que terminen y nos lleven a la cama.