«Mis memorias»

Siempre se me dio mejor escribir en primera persona pero carecía de la imaginación necesaria para inventar historias. Tenía cierto talento para relatar lo que pasaba, para fijarme en la realidad y contar una historia como un periodista que escribe una crónica pero el relato era entonces plano como el de una agencia de noticias.
Decidí entonces contar la realidad en primera persona. Entonces las noticias cobraban vida y yo me convertía en su protagonista. 
Conseguí así publicar mi primer libro al que llamé "Mis memorias" con sucesos y aventuras increíbles protagonizadas por mí. Un atraco a un banco, una violación, un accidente de tráfico... Descubrí que los sucesos daban mucho más juego que las noticias amables y que era más agradecido el papel de villano que el de héroe pero mis lectores no lo entendieron.
Mi novia me dejó cuando leyó el relato de aquella violación en el callejón del hospital, perdí mi trabajo como profesor cuando escribí cómo había copiado en las oposiciones y mis vecinos me retiraron el saludo cuando descubrieron cómo arrojé a mi gato por la ventana. 
No era fácil convivir con mi mala reputación. Pensaba que mi libro no lo leería casi nadie pero los pocos que lo hicieron eran de mi círculo más íntimo y empezaron a verme de forma diferente. Había pasado de ser el tipo corriente que daba los buenos días a ser el autor de una estafa inmobiliaria que había arruinado a muchas familias. 
Fue inútil explicarles que todo era un recurso narrativo. El libro se fue vendiendo cada vez más empujado por el escándalo y los programas de televisión y las tertulias de la radio se preguntaban cómo era posible que un tipo como yo, autor de la desaparición de aquella niña de ocho años en Alicante, se paseara tranquilamente por la calle. 
Se organizaron asociaciones de ciudadanos que recogían firmas pidiendo mi encarcelamiento y los políticos se pusieron nerviosos ante la proximidad de las elecciones. No podían permitir que siguiera contaminando con aquellos vertidos ilegales y encontraron en mí al perfecto chivo expiatorio. Comenzaron a investigar y a usar como confesiones lo que yo había publicado con todo lujo de detalles. No les fue difícil encontrar un juez que se creyera mi relato, de nada sirvió que lo negara todo salvo para que no se aplicara ningún atenuante y finalmente fui condenado por Hacienda por no declarar los ingresos obtenidos con la estafa inmobiliaria en mi declaración de la renta. Ahora estoy preparando mi recurso desde la cárcel con un segundo libro de memorias en el que aparezco poco menos que como un héroe pero me temo que es bastante más aburrido que el que me lanzó a la fama.