Doy un paso hacia adelante y cinco para atrás. El blanco vuelve a pintar el camino de dudas y lo llena de vacío. Y yo quiero saltar. Quiero lanzarme y confiar. Pero una y otra vez me asalta el miedo y la desesperación. Quiero y no puedo. Quiero y no puedo. O quizá quiero y no quiero.
Las palabras se atragantan y amontonan en el pecho y en el alma. Vienen todas juntas a poner la música que he venido a cantar. ¿Y si no la quieren bailar? ¿Qué más da? Y quizá no importa tanto si no bailan, quizá el miedo viene de mostrarme sin máscaras.
De dejarme ver. Hay demasiada transparencia en mis palabras. Demasiadas pistas que revelan la verdad que escondo en la rutina y la mirada. En cada verso, en cada estrofa, en cada personaje, en cada historia… se revela mi memoria. Con sus luces y sus sombras.
Se alinean el alma y la razón. Ambos quieren ver coser con cada letra los retales de mi corazón.
Pero acaban siendo las heridas las que hacen desaparecer una y otra vez las huellas de mi vida. Las mismas heridas que me aprisionan en el día a día. Y quizá ahí viene la mayor desesperación. Quizá es éste el momento en el que alcanza su máxima intensidad el dolor.
¿Qué quiero demostrar? ¿A quién quiero impresionar? Y lo que es más importante… ¿por qué y para qué? ¿De dónde nace esa necesidad de reconocimiento? ¿De dónde ese deseo de ser vista? ¿De dónde ese miedo a las posibles consecuencias de que realmente me vean?
Ese instante en el que una página en blanco me refleja mi miedo a la existencia. Al ser humano, a su crueldad y a su indiferencia. Mi miedo diario a decir o no decir, a hacer o no hacer, a mostrarme o no dejarme ver. Esa duda constante, ese titubeo frecuente. Ese no-ser aplacado por las ideas de quien se supone que debo ser.
¿Y si lo que escribo no es lo que el mundo espera? ¿Y si lo que soy no es lo que el mundo espera? Se entrelazan las historias como en las tramas de cualquier libro que se atrevió a ser juzgado. ¿Qué necesito demostrar? ¿A quién y por qué?
¿Qué temo que piensen? ¿Y qué pasa si lo piensan? ¿Y qué pasa si no estoy a la altura de lo que el mundo espera o desea? No lo sé. No lo sé. No lo sé… No quiero entrar ahí. Voy a quedarme en el miedo con el miedo a la escritura. Es más pequeño, y no asusta tanto verlo.
Quiero y no puedo. O no quiero. Quiero salir del agujero que me roba el reconocimiento. No quiero destruir un silencio que me protege de la crítica. Y mi alma ni quiere ni no quiere. Sólo es y sólo se expresa. No por a dónde llegará, sino porque escribir es su manera de viajar.
Quiero y no quiero. Debates del ego. Miedo a las alturas y a los agujeros negros. ¿Desapareceré entre las galaxias de mis dudas y mis miedos? ¿Quién soy? ¿Qué he venido a hacer aquí? Palabra tras palabra me pierdo y me encuentro. Invento realidades donde se hacen realidad las posibilidades que albergo.
¿A dónde voy? ¿De dónde vengo? ¿Cuánto puede cambiar un camino cuando te atreves a desnudarte por dentro? ¿De cuántos colores se pintará el invierno? ¿Cuántas hojas en blanco dejarán plasmar mis dudas y deseos?
Doy un paso hacia adelante y cinco para atrás. Coraje y arrepentimiento. ¿Es mejor lamentarse de lo que ya has hecho? ¿Cuánto tiempo puede perseguirte un no-intento? Por instantes me olvido del tiempo y escribo renglones cargados de un río que no encuentra impedimentos.
Cientos de hojas en blanco cargan ahora con las confesiones de un mundo paralelo. Sólo es mi historia contada a través de otras. Sólo es mi camino reflejado en un libro. Sólo son mis sueños puestos al servicio de personajes que invento. Sólo mis miedos paseando por las ciudades de cualquier cuento.
Sólo soy yo. Ni más ni menos. Con mis certezas y mis pasos inciertos. Con mis preguntas y acertijos del momento. Con las respuestas que me ha dado hasta ahora la experiencia y el tiempo. Sólo soy yo, la «yo» del momento.
Ni más ni menos. Tan sólo eso. Mi verdad al descubierto.
Doy un paso hacia adelante, y otro más. Me muestro. Dejo ver al mundo lo que había tras mi silencio. Asumo paso a paso la posibilidad del rechazo. Y paso a paso comprendo… que no hay mayor fracaso que vivir encadenado al miedo.
Y vuelve el miedo. ¿Bailarán con mi verdad o juzgarán mis imperfectos? Veo el vacío de nuevo y me asalta el pánico y el vértigo. Quiero lanzarme y confiar. Y confío… confío en que no hay mayor fracaso que vivir escondiendo mi verdad.
Confío en que sólo hay un camino que traerá a mi alma la paz. Que sin importar quién baile conmigo, mi camino ha venido a cantar. Y cantaré a la vida, al amor y a los miedos. Cantaré a mis ruidos y a mis silencios.
Y firmaré la honestidad convertida en texto. Cada retal del corazón, cada huella de mi vida, y cada palabra que se convertirá en recuerdo. Mostraré al mundo lo que tengo dentro, porque he venido a vivir… y sólo concibo la vida escribiendo.
Porque esta soy yo. Ni más ni menos.
