Isaac estaba perdido. Desde hacía meses. Desde la vorágine de su último libro. Firmas, seguidores enloquecidos, noches de reunión reconvertidas en saraos llenos de alcohol y drogas. Sexo sin control con mujeres que idolatraban su falsa brillantez y su supuesto intelecto. Él estaba perdido desde que ella se cansó, metió sus cosas en una maleta vieja y se marchó. Ella que era luz, amabilidad, total y absoluta lealtad. Ella le daba significado al amor incondicional. Siempre estuvo para él. Era su hombro donde llorar, su mayor apoyo, la mano a la que aferrarse en los malos momentos y la mayor de sus alegrías. Pero ella se cansó. Ya no quería seguir esperando a que llegara, no recibir respuesta a sus llamadas, ni recoger sus vómitos a altas horas de la madrugada.
Isaac ahora era consciente de que el éxito sin ella no era éxito. Era su musa, su inspiración. Llevaba semanas sin escribir una sola línea. Juan Carlos, su editor, no dejaba de llamar: ¿Cómo vas? Falta poco tiempo. - Voy bien, terminando – Isaac mentía una y otra vez. Aunque ya llevaba días con el teléfono apagado, eso no le hacía sentir mejor. Se sirvió una copa de vino y se sentó frente a la vieja máquina de escribir. Lo único que salía de sus manos era la descripción perfecta de las líneas de su cuerpo. Una pérdida de tiempo. Se encendió un cigarro y empezó a deambular por la habitación a oscuras. Se asomó a la ventana y miro la luna llena. Ya no se le llenaba la cabeza de palabras al verla. Ahora solo era un punto blanco entre una inmensa oscuridad. Entonces giro sobre sus pies, busco su teléfono entre las rendijas del sofá y le escribió un mensaje: ¿Cómo estás? Te echo de menos.
Ella nunca contestaría. Estaba de fiesta con sus amigas. Aprovechando la luna y su nueva soltería le organizaron un pequeño aquelarre de diversión. Ella no estaba de humor y tampoco necesitaba amores nuevos, pero entendió la buena intención de las chicas y terminó accediendo.
Desesperado, se acordó del Instagram de su amiga Marta y entró con la absurda intención de preguntarle por ella. Fue cuando la vió. Ella estaba resplandeciente, preciosa y con un escote de esos que quitan el hipo. Sonreía y se la veía feliz. Siguió mirando, bajo la vista y ahí estaba: #Nochedelobas. No lo podía creer. Tembló, se retorció y se quedó ahí en el suelo. Un largo rato. Como si del útero materno se tratara. Cuando tuvo fuerzas se levantó, encendió la luz de la mesita de noche, cogió lapiz y papel y así comenzó a escribir. Derrotado por la realidad que no había querido ver.
Sabía que aquello no se publicaría. Juan Carlos nunca lo aprobaría. No sería un Best Seller, pero necesitaba escribirlo para empezar a sanar. Era la historia de sus errores, de todo el mal que había causado. No paro ni por un segundo.
Cuando por fin terminó su relato, como todo buen escritor, puso el título al inicio: "María, nunca fue mía".
😍
Muy bueno Vane