«Nuestro peor enemigo»

Era una noche de marzo. Hacía frío. Marta estaba sentada en su silla dando vueltas con el lápiz detrás de la oreja, el pelo recogido en un moño y el pijama que le regaló su madre. Tenía como 10 pijamas distintos. Últimamente los había usado todos ya que apenas salía de casa y no se vestía de persona desde hacía semanas. Os preguntaréis porqué Marta había preferido quedarse en casa cambiando de pijama y sin salir de aquel ático al que apenas llegaba la calefacción o la conexión a internet. La cuestión era que Marta tenía una crisis literaria. Esto se conoce como el momento en el que un escritor de prestigio que ha publicado ya 2 o 3 novelas muy buenas y a la gente les han resultado bastante interesantes pero ha llegado el punto en el que dicho escritor no tiene muchas más ideas que poder plasmar en el papel.

Marta pasaba por aquel trágico momento de toda vida de escritor. Porque es imposible dar el cien por cien todos los días. Llevaba semanas intentando escribir algunos capítulos de su nueva novela pero no tenía nada que considerase lo suficientemente bueno como para atraer a sus lectores. Además, hacía días que no publicaba nada en su blog. Había recibido algunos emails de la editorial que llevaba sus publicaciones. Por supuesto no había respondido a ningunopues le daba vergüenza no tener ni 3 líneas que presentarles.

Había hablado con sus amigas, con su familia y con Ignacio, su pareja de hacía ya 3 años. Todos les habían dicho que no se preocupara, que las musas llegarían. “Pues menudas vacaciones se están tomando esas musas” pensaba Marta todos los días frente al ordenador con la pantalla blanca como la nieve que empezaba a posarse en el alféizar de su ventana. Y es que además Marta siempre había tenido una lucha continua con su inseguridad. Había conseguido grandes cosas con las que desde pequeña había soñado. Había firmado sus libros a personas que habían hecho colas para verla a ella, había dado conferencias en algunos congresos acerca de cómo alcanzar el camino al éxito. Esto último le había atormentado en sus comienzos como escritora. Siempre había escrito algunas cosas que guardaba y no mostraba a nadie. Un día, cuando tenía 17 años presentó uno de sus relatos del miedo a los cambios (ya que ese año iba a empezar la universidad en otra ciudad) y resultó ganadora. Esto la motivó bastante a adentrarse en el mundo literario.

Cuando público su primera novela, alcanzó el máximo de ventas en muchas librerías de su ciudad. Marta estaba tan sorprendida que apenas era consciente de lo que estaba a punto de suceder. La editorial le hizo un contrato y le pidió que siguiera escribiendo novelas. Rápidamente comenzó a ganar mucho dinero por sus libros y a convertirse en una figura de alto interés para los escritores. Todos los días recibía millones de mensajes de apoyo y de enhorabuena. Marta comenzó a volverse dependiente de la aprobación pública. Creía que así su inseguridad se disiparía. Sin embargo aquella vida de intentar agradar constantemente a sus seguidores le había hecho volverse aún más insegura que antes.

Era una realidad, tenía miedo al fracaso. Miedo a no ser aceptada, a despertarse un día y que toda aquella burbuja de fama y aplausos por sus obras explotara. Debía disfrutar de lo que escribía y de los momentos en los que lo hacía. Aquella labor era la que había querido ejercer desde pequeña y no la estaba disfrutando como debería. Fue entonces, en ese preciso instante, después de todo aquel monólogo interior consigo misma, cuando comprendió que el miedo es solo un peso que nosotros mismos nos ponemos sobre los hombros y con el cual creemos que vamos a llegar a algún sitio. ¡Ahí estaba! Aprovecharía ese sentimiento para plasmarlo en el papel y así librarse de él. Escribió durante toda aquella noche. Por la mañana había conseguido 3 capítulos de lo que podía ser algo con bastante potencial. Al día siguiente se vistió de persona y acudió a la oficina de su editorial. Miró inquieta a su editora mientras esta leía lo que Marta tenía para dar. Porque en aquellos folios estaba la introducción a sus sentimientos. A todo aquello que sola había cargado sobre su espalda y que ahora quería mostrar al mundo. La editora terminó de leer. Posó su mirada en Marta y le dijo:

- El miedo es el mayor enemigo de muchos. Pero estoy segura de que pocos han conseguido utilizar ese sentimiento de una manera tan sublime como tú.

“Vestirse de ella misma aquel día había sido una buena idea”, pensó Marta mientras sonreía.