«Nuevas figuritas en el Belén»

Un año más volvemos a revivir nuestra historia, mi pequeño mundo se convierte en Belén. Ya era hora, después de llevar once meses encerrados. A ver dónde me colocan este año, aunque me pasaré los días trotando de un lado para otro, porque una parte de la casa me quiere cerca del río tras las palmeras, y la otra parte de la casa me prefiere más junto al nacimiento, escondido entre unas rocas.
Disfruto cuando todos duermen, me suelo escapar con mi amigo el cabrero y subimos hasta la cima, desde allí tenemos las mejores vistas del Belén. 
Recuerdo aquel año en que el padre de familia se levantó de madrugada y casi nos pilla, menudas risas nos echamos; con las prisas no logramos llegar a nuestros puestos y terminé sentado sobre el camello del rey Melchor. Lo divertido fue encontrar a Melchor en mi puesto, se tomó en serio mi labor aunque se le olvidó bajarse los pantalones, así que mientras la lavandera se los lavaba en el río, nos contamos unos chistes al rededor de la hoguera. 
Cada año nos sorprenden con algún cambio o novedad. Hoy por lo que he podido comprobar, tenemos compañera nueva; porta un gallo bajo su brazo, es guapa y con una sonrisa que quita el sentío'... En cuanto apaguen las luces la saludaré, y si no se me adelanta Paco el pescador, lograré llevarme sus dos primeros besos.
¡Oh! Vaya, otra vez mis tripas, con todos los personajes que hay, y que me haya tenido que tocar ser el caganer. Por lo menos este año me han traído papel higiénico a mi medida.
- Buenos días Virgen María, cada año más guapa - Le digo al verla pasar.
- Muchas gracias señor caganer. He oído que este año tendrás compañera - Me contesta sonriente.
- ¿Cómo? -.
- ¡Silencio, se acerca alguien! - Nos advierte José! -.
En ese momento la veo por primera vez en las manos de la hija mayor. Me quedo inmóvil, con mi cara de estreñido, y espero a que desaparezca mientras la coloca junto a mi. Entonces puedo observarla; pelo castaño, ojos almendrados, vestido corto y un zurullo perfecto plantado tras sus pies.
En cuanto la joven humana desaparece de nuestra vista, nuestros músculos se relajan y los dos a la vez cumplimos con nuestra labor.
Presiento que estas navidades van a ser diferentes, quizás de las mejores de mi vida. Esta noche le enseñaré el camino de los Reyes Magos, allí donde más brillan las estrellas.