«Otro día mas»

Otro día más.
Por José Antonio Hurtado Martínez.
Sonó el despertador a las 8:00. Mario tenía una sensación extraña, por un lado, el despertador le había sacado de un sueño horrible, por otro, tendría que enfrentarse a un tedioso día. Se levantó con pesadez y tras ir al aseo y vestirse, preparó un café soluble y se lo tomó mirando a un punto de la pared.
Sentado ante una libreta pasó la mañana entera garabateando y tachando todo lo escrito, la historia que estaba escribiendo estaba estancada. Revisó la pluma desenroscando el barril, y descubrió que la carga ya se estaba terminando, por lo que se dispuso a recargarla sacando un tintero del cajón.
Tras recargar y montar la pluma se quedó observándola. Era una herramienta elegante y bastante cara para su bolsillo, pero un concurso le había permitido comprarla.
-Maldito concurso- dijo Mario entre dientes. Hacía cinco años que había participado en él y quedó en segundo lugar. El día de la entrega de premios conoció a Helena, la ganadora del primer premio. Tenía el pelo castaño, una sonrisa encantadora y una forma de hablar que embobaba a cualquiera.
Pasaron dos años maravillosos de amistad, en los que fueron juntos a conciertos y recitales de poesía cada semana. Mario poco a poco se fue dando cuenta de lo que sentía por ella, pero decidió esperar al momento oportuno para confesarle sus sentimientos. Finalmente se decidió a hacerlo un día al salir de la filmoteca.
-Lo siento, pero es que me gusta Juan- Claro, Juan. Habían coincidido algunas veces con él. Era un creído que escribía poesía barata e iba presumiendo de vivir de los libros que publicaba, aunque todos sabían que vivía a costa de su padre, el cual era dueño de varias empresas. Juan solía ir de malote, presumiendo de sus experiencias con las drogas y las mujeres. Mario decidió que era mejor apartarse de Helena una temporada, ya que era incapaz de hacerle ver la verdad. Lo tuvo claro el día en que habían quedado para tomar un café y ella no apareció y al rato subió una foto a las redes sociales paseando por la playa con Juan.
Mario salió de su ensimismamiento y miró el reloj. Era hora de comer, decidió no marearse mucho y hacer un plato de pasta estilo italiano muy rápido que había leído hacía un tiempo.
Esa receta la había leído en un libro de cocina que había ido sacar de la biblioteca hacía un año, y al salir se topó con Helena, quien lo saludó de manera muy efusiva, y el decidió concederle cinco minutos por cortesía, aunque no tenía muchas ganas de verla. Ella le contó que Juan la había abandonado por otra y que echaba mucho de menos las conversaciones que tenían hacía años. Mario se contuvo de darle su opinión y decirle lo que pensaba de ella. Poco a poco fueron recuperando el contacto, incluso ella le inspiraba a escribir relatos, incluso le facilitó el contacto de un editor para poder publicarlos.
Hacía una semana, Mario había cumplido 26 años, y entre las felicitaciones de sus amigos no estaba la de ella. Casi a las 12 de la noche ella subió una publicación con un hombre que le resultaba familiar. En la publicación, Helena decía que había sido el dia más feliz en mucho tiempo, y que se alegraba de haber encontrado a alguien tan especial entre libros. De momento cayó en la cuenta, ese hombre era el dueño de la editorial que ella le había recomendado.
Mario cogió la hoja llena de tachones, la arrugó y la tiró a la basura, y decidió acostarse sin mirar la hora, de todas maneras, no tenía ganas de acabar aquel relato para aquel tipo. Mientras se encaminaba hacia la cama se decía que mañana sería otro día, auqnue sabía perfectamente, que sería otro día más.
Fin.