«Panleo»

Oh afrodisíaco Eros, hijo de la cipria regina, invencible, que provocas placeres indescriptibles y agonías insoportables, tú, que disparas certero de lejos, a ti te canto hoy, Cupido de mis amores.

Muchas veces has disparado con el infalible arco, unas por diversión, otras por pasión, pero hoy, pese a que te asomaste y contemplaste la necesidad de amor, guardaste tu aguda flecha. ¿Acaso un vaso lleno necesita más agua?

Así te cruzaste con dos personas separadas por más distancia de la que puede vigilar un halcón y te aseguraste de que coincidieran y no sólo eso, sino que también velaste por viajes imposibles y sensaciones desconocidas. Abriste la puerta del amor a dos almas que no podían vivir separadas por pura ley natural y, a día de hoy, aún vigilas los metros y los abrazos, para que ni el hierro ni la sangre destruya su fecunda unión, dada una entre millones.

A ti, Eros nikátor, Cupido invencible, te suplico por la vigilancia de nuestros amores, entre un león y un mono, que, como hombres, aman y sienten tu don en sus carnes.

Gloria a ti, hijo de Afrodita, fiel servidor de Venus, por los siglos de los siglos, ¡que triunfe el amor!