Debí haberlo imaginado. Siempre fue caradura, egoísta y un punto gorrón. El que llega cuando la mesa está puesta con las manos vacías y siempre tiene planes cuando necesitas su ayuda.
—¿Cuántas cucharadas de Cola Cao quieres?
—Que espese.
Pero algo tendrá que siempre acabo llamándole otra vez. Yendo a buscarle a casa y pagando su entrada de cine porque traía las monedas justas y una debe haberse colado por el forro de la chaqueta.
No sé por qué le invité a merendar y decidí contarle mi secreto.
—No lo sabe nadie más. Tú eres el único. Yo soy Némesis.
Némesis era un personaje que había acaparado toda la atención de los noticieros. Nadie sabía si era hombre o mujer. Enfundado en un traje de neopreno negro era fuerte, ágil y veloz. Recorría las calles impidiendo crímenes... Algunos decían que era peligroso, para otros era como una estrella del rock.
Cómo llegué a ser Némesis no importa. Solo cuento cómo mi amigo se entusiasmó ante la idea de que yo era una superheroína. Me juró que mi secreto moriría con él. Se veía como Robin ayudando a Batman y yo lo imaginaba como una ardilla de Squirrel Girl.
Todo era demasiado emocionante y comentarlo entre sus amigos de una página web friki fue inevitable. Aunque tuviera un nick muy molón, alguien muy avispado descubrió quién era. Llegar hasta mí fue coser y cantar. ¿Qué le voy a hacer? Encogerme de hombros. Por algo los superhéroes son tan solitarios…
Ahora todos conocen mi cara, soy una agente del Gobierno, mi vida peligra constantemente y mi amigo asoma en todas las fotografías por encima de mi hombro. Yo le dejo que me acompañe, pero a veces le miro de reojo y pienso: ¿No tiene tiene toda la pinta de un supervillano?