«Para ti»

Tú y yo hemos pasado buenos tiempos, ¿no es así? Pero como dicen por ahí, todo lo bueno se acaba, y debo dejarte marchar.
Recuerdo cuando te vi por primera vez. El cuerpo entero se me llenó de escalofríos. Eras todo lo que había deseado, cálida, bonita y elegante, y supe que tenías que ser mía. Peleé mucho por ti, ¿sabes? Trabajé noche y día en sitios que me chupaban la vida sólo para soñar con la idea de poseerte.

Sé que podría haber fracasado estrepitosamente, pero la suerte me fue propicia. Quien te tenía dejó de quererte y te desechó sin conocer tu verdadero valor, por fortuna para mí. A día de hoy, más de cincuenta años después, sigo sin entender cómo pudieron olvidar toda la belleza y carácter que escondes en tu interior. No te negaré que a veces llegaste a sacarme de quicio, como cuando te empeñaste en transformar el suelo en una piscina o cuando convertiste la cocina en un polvorín, pero lo superamos.

¿Recuerdas las cosas que hacíamos en la intimidad? ¿Los crujidos que resonaban en nuestras madrugadas a solas? ¿Los aromas que se desataban a nuestro alrededor? ¿El sudor de mi piel mientras trabajaba dentro de ti? No quiero ruborizarte, querida, pero pretendo llevarme el recuerdo a la tumba.

Mi amada panadería… Por cuánto hemos pasado. Pero ahora dicen que ya no somos necesarios. Que hay robots que hacen el pan de bolla y los roscones mejor que nosotros. ¿Te lo puedes creer? No tienen ni idea de lo que van a perderse, pero su capricho va a separarnos. Perdóname, pero debo alejarme de ti si quiero sobrevivir. Vendo mi alma a cambio de no pasar hambre, pero el pan que me lleve a la boca nunca más sabrá como antes.
Hasta siempre.