Los personajes tomaron el rumbo de su historia. No fue de manera metafórica que Eugenio lo dijo: él juraba y perjuraba que aparecían a su lado, cuando escribía y le dicen qué es lo que tiene que escribir. Son reales y llegó a tener largas charlas con ellos antes de tomar una “decisión” a la hora de escribir.
—Hay voces que me dicen qué debo escribir —ha dicho incontables veces a riesgo de parecer un loco.
Es el típico escritor que “escuchaba” a sus personajes ¿cuántas veces han escuchado a un escritor decir algo como eso? “Mis personajes cobran vida y toman el control de la historia”. Es cierto que cientos de veces lo dijeron y en las redes sociales ¡un montón! Pero Eugenio jura que los ve, que están ahí y que han interactuado con él.
A veces, está tranquilo lavando los platos o tomando un café y aparecen frente a él y le cuentan qué es lo que quieren hacer. Algunos son más amables que otros. Los villanos no suelen ser particularmente bondadosos con él ¿cuántas veces ha llegado a temer por su vida?
—Voy a dejar de escribir. Escribir es una profesión de riesgo y temo que un día me maten —escribió esa frase en su Twitter y no volvió a subir nada por meses.
Los fans no tardaron en hacer eco de sus palabras y llenarlo de mensajes, pero era inútil, él había dejado de responder y de leer todo lo que le decían. Su editor tampoco tuvo suerte en intentar convencerlo de terminar su último libro: tenía miedo.
Vilma, la villana de su novela, había aparecido mientras se bañaba haciéndolo caer en la bañera y golpeándose la cabeza contra el suelo, se había herido y ella, pensaba herirlo aún más amenazándolo con una daga, cortándole ligeramente el cuello pidiéndole más protagonismo y vencer en su historia. Eugenio no pudo moverse durante un buen rato y al salir, corrió a emergencias por el corte que tenía en su cuello, pero los médicos no lo atendieron por no tener ningún tipo de herida, salvo un chichón en la cabeza por la caída, pero nada de gravedad. Sin embargo, Eugenio se veía en el espejo y veía su piel cortada y con una costra de sangre.
Volvió a su casa después de que le recomendaran un calmante para dormir, pues, el médico le había dicho que era muy posible que fuera el golpe o el estrés. Él no lo creía: estaba en peligro.
Y de cierta forma, estaba cansado. Ya no quería verlos, ya no quería contar sus historias, ya no quería hacer nada. Eugenio quería que desaparecieran, pero ahora que había dejado de escribir, los veía más seguido exigiéndole siempre. Que uno quería casarse; otro tener más poder; conseguir dinero; una mujer bonita; un adversario a su altura; una vida tranquila ¡y él estaba harto de todos!
Gritó fuerte que se fueran todos y por un momento, desaparecieron de su vista y su living volvió a estar en calma. Él se sentó en su sillón frotando su frente. Hacía días que no dormía tranquilo a causa de ellos ¡y tenía tantos personajes! ¿Por qué había hecho una novela con tantos? Ahora, no aguantaba a ninguno de ellos, pero ¿cómo deshacerse de ellos? No existía nadie que le creyera y aunque había charlado con otro escritor, no había conseguido más que verse como loco.
Y él no estaba loco. Ellos eran reales y debía comprobarlo de alguna manera, así, le iban a creer y quizás, iban a conseguir a alguien más que los escuchara y tuviera ganas de continuar con sus historias.
Quiso darlos en adopción. Volvió a sus redes sociales buscando quién se hiciera cargo de su historia y se llevara a sus personajes con ello. Y muchos fans se hicieron eco de sus peticiones y le llovieron los fanfics y los mensajes para hacerse con lo que llevaba de su novela y terminarla. Pero sus personajes se volvieron más molestos al intentar “abandonarlos”. Ninguno se había ido, por el contrario, ahora era que más le reclamaban su falta de interés en darles voz.
—Quizá, si conoces mejor nuestro mundo quieras terminar la novela —le dijo Esmeralda, uno de sus personajes favoritos. Una mujer dulce, con carácter que cobraba un poco de relevancia a partir de la pagina 271. Ella extendió su mano mientras él estaba sentado en el sillón y detrás de ella, se fue disolviendo la sala y el paisaje de su novela emergía. El pueblo tal y como él lo había descripto estaba ahí.
Caminó entre los puestos con Esmeralda y vio un herrero a lo lejos. El sonido del hierro siendo forjado se escuchaba aún entre el murmullo de todos. Y pensó que esa era la solución: si no se los podía dar a alguien más, los mataría él mismo. Se acercó curioso con Esmeralda y tomó una espada y la blandió matando a la mujer. Y se sintió bien, era una voz menos que escuchar. Así, se fue deshaciendo de todos los que encontraba, todos y cada uno de ellos perecieron bajo su espada, hasta Vilma después de darle batalla, murió atravesada.
Ya no había voces, ya no había nadie que lo presionara. Todo había terminado y podía volver a su vida normal ¡ni le importaba ver los cuerpos y estar cubierto de sangre! Todo había terminado.
Pero ahora estaba en el pueblo de su novela… y no había nadie que lo llevara de vuelta a casa…