Me llamo Matilde, creo que es correcto que sepas mi nombre ya que yo se el tuyo. Te escribo por primera vez luego de recibir la noticia de que has fallecido. Primero que todo, espero que haya donde estés seas feliz.
Aunque no me agrade la idea de quedarme sola enfrentándome al mundo sin ti a mi lado, te agradezco que lo intentarás. Quedarte aquí durante tanto tiempo siendo una tarea tan difícil para ti tiene un gran valor.
Todos se enteraron del escándalo que llevaba tu nombre, tu confirmabas las acusaciones de que tu padre había abusado de ti y que ibas a llevarle a juicio, pero tu padre murió antes de que te pudiera pedir perdón y entiendo que a partir de ese día siempre cargarías un peso en tu espalda que jamás se podría resolver.
En todas tus canciones, bajo aquella capa de dulzura, se notaba un deje de dolor en tu voz.
Me siento enfadada porque hace un año que llevo perdida. Justo el día que todo se me vino a bajo, una de tus canciones más conocidas sonó de fondo y de pronto solo éramos tu y yo. Mi enfermedad se había desvanecido por momentos mientras te escuchaba.
Ahora me siento con más libertad de escribirte porque se que mis secretos estarán a salvo contigo ya que hay cosas que solo se pueden contar a la gente que ya no está aquí.
A veces siento que yo tampoco puedo más, porque también tengo un peso en la espalda que jamás lograré que se vaya.
Siempre me hago la misma pregunta: "¿Podré algún día encontrar la felicidad?"
