«Por la señal de la Santa Cruz.»

-Querida Milagros, mañana me dan matarile, -ahora ya es seguro que no nos volveremos a ver ahí afuera-, solo un milagro lo puede remediar, cosa que dudo, estoy exhausto de luchar por mi inocencia, el destino me la jugó aquella maldita noche, pero tengo claro que puedo volver y demostar  la realidad. Cuando leas esta misiva ya no estaré en el mundo de los vivos.

Hermana, que sepas que profeso un amor incombustible por ti, prometo que pensaré en ti hasta mi último aliento. Sigo sin poder descansar, las palabras no valen nada entre estas cuatro paredes, ya nunca más volveré a escuchar tu voz, mientras escribo, mis lágrimas resbalan como la lluvia en el cristal, por la señal de la Santa Cruz, me encomiendo a ti sin Dios, deseo  que esta mierda de vida termine y me acojas en tu seno.

Adiós mi España querida, adiós a mi Sardinero, a esa Bahía santanderina con sus raqueros y ese olor a salitre; esta es mi última noche en Texas, ha llegado el momento de volver sobre mis pasos y descubrir la verdad desde el más allá.

Despídeme de papá y mamá, yo se que ellos me quieren y eso me reconforta. Hasta pronto hermana, ya me llama el destino, la inyección letal me espera. Ojalá te despiertes cada día en un lado y yo esté detrás.

Antes del frío de la muerte, mándame tu haz de luz hermanita y haz que este baile merezca la pena. Sin otro particular, se despide tu hermano Adrián.

-Encontrado muerto en un callejón de Texas el verdadero asesino del juez Patterson, el ADN así lo atestigua ¿Podemos seguir creyendo en la eficacia de la pena de muerte?

-Hola Milagros, estoy detrás de ti, se que me oyes, he vengado mi inocencia, te quiere Adrián.