«Por una red social comenzó todo...»

Por una red social comenzó todo. Al principio todo era bonito y cursi, algo anhelado por la mayoría de las personas. Los buenos días, palabras dulces, regalos por correo, charlas interminables, las ganas de correr y buscar rápido el cargador para seguir hablando, promesas y sobre todo... mentiras. Porque de hecho, él parecía perfecto. Un milagro caído del cielo solo para mí. Aquella sonrisa me envolvía y amenazaba con no soltarme. Y por muy bonito que fuera, todo tiene un final y el nuestro no era precisamente feliz.

Cuatro meses llevábamos hablando. 400 kilómetros justos nos separaban. Lo pasaba tan bien en videollamada con él, que empecé a aislarme de mi mundo. Deje de asistir a clases, de salir con mis amigas y de relacionarme con otra gente por él. Todos pensaron que era la etapa tonta por la que pasa una adolescente normal y corriente, pero nadie sabía de la existencia de él. Era como si solo pudiera verle yo y no quisiera que nadie más lo conociera. Pasaron los meses y mi dieciocho cumpleaños ya había pasado hacía una semana. Sin fiesta, sin tarta, sin gente con la que celebrarlo; solo con él. Tenía un regalo muy especial para mí, o eso decía. Quedaríamos y por fin nos conoceríamos en persona. Muy emocionada por ello me aseguré de que mis padres no estuvieran aquel día en casa para poder estar a solas con él. 

Una vez estaba lista, llamaron al timbre y yo abrí como una niña tonta ilusionada. Al abrir la puerta, mi sonrisa se disipó y un gran vacío en mi estómago me hizo sentir extrañada y en peligro. Ahí estaba él, pero es que no era él. Era alguien diferente. Me agarró del pelo y me arrastró por toda mi casa. Me golpeó y torturó por horas. Llegó la noche y mis fuerzas ya iban desapareciendo. Yo ya estaba convencida de que iba a morir, hasta que el sonido de un disparo le hizo caer de rodillas al suelo. En la frente. Aún aturdida no pude diferenciar quien había disparado. Logré sobrevivir y ya han pasado meses de aquel horrible suceso. Jamás lo olvidaré y aún me gustaría saber quien disparo y salvó mi vida. En este instante, aprieto mi teléfono en la mano y hago algo que debería haber hecho hace mucho tiempo. Borro mi perfil. Por una red social comenzó todo, así que lo justo era que por allí terminara.