Este caso me trae de cabeza.
Me está quitando el hambre y el sueño y, a este paso, las ganas de vivir.
Porque es muy raro. Casi de película.
Cada noche descubrimos una nueva víctima asesinada siguiendo el mismo patrón: dos puntitos rosados en el cuello y una raja limpia en el esternón; nada de sangre y el corazón ni está, ni se le espera.
Sí, todo pinta a ser obra de un vampiro o de alguien que cree serlo. Y, oye, aunque eso a uno debería ponerle los pelos de punta, tal y como van las cosas por la ciudad, pues tampoco lo alarman demasiado. Pero, claro, es que van treinta muertos este mes. Como el 'chupasangres' siga al mismo ritmo, se carga la ciudad entera en un año.
Juanjo debe haberme notado agobiado. Sí, porque él no es muy de fútbol y hoy, sin embargo, me ha invitado a su casa a ver la final de la Eurocopa.
Cerveza, patatas fritas y un buen amigo. Qué mejor plan para olvidarse de los follones del trabajo.
Anda y que le den todo. Hoy sólo camaradería y risas. Una noche es una noche. Total, un muerto más que menos no va a cambiar mucho el asunto.
- Leche, se me ha acabado la cerveza -dice Juanjo-, voy a por otra, ¿te traigo una lata?Mi respuesta es inmediata, me levanto y me adelanto a mi compadre.
-Ya voy yo, tú quédate sentado ahí, colega.La cara de Juanjo, al verme ir flechado a la cocina, se justifica en cuanto abro la nevera. Botes y botes de líquido rojo y tuppers plagados de vísceras.
En fin, parece que, sin quererlo, he resuelto el caso.
O no que, para mí, los amigos son lo primero y la vida es cuestión de prioridades.