¿Qué era real y qué fantasía de mi propia mente? Esa era la pregunta que rondaba todos los días mi cabeza. No recuerdo quien me mencionó que lo peor de estar loca no es estarlo sino ser consciente de ello. Eso es cierto, soy consciente en mi propia mente que tergiverso realidad y fantasía; que mi novela me ha consumido. Mis horas frente al borrador, arreglando y revisando lo que estaba mal han pasado factura a mi cerebro. ¿Qué era real y que fantasía de mi propia mente?
Veía a mis personajes danzar por mi casa, los podía tocar, hablaba con ellos… Convivía con ellos. Mi familia había huido de nuestro hogar perturbada por mi extraño comportamiento. Estoy consciente de mi locura, pero no puedo distinguir que es verdad o mentira a mi alrededor ¿Qué era real y que fantasía de mi propia mente?
Eso no fue lo peor, mi novela no era romántica. En este punto lo hubiera preferido, hubiera elegido cualquier género menos el de mi propia novela. No me importaba hablar con mis propios personajes, pero no recordaba el momento en que la ficción se comió del todo mi cordura. Mi novela trata de un asesino en serie que azota un pequeño pueblecito dejando por marca la constelación del signo del zodiaco de su víctima en su cuerpo despellejando la piel de su torso. De nuevo, no entiendo como fui capaz de hacer eso ¿Qué era real y que fantasía de mi propia mente?
La mañana del 1 de febrero jamás la olvidaré, aunque pierda totalmente mi cordura y entre de lleno en mi mundo de fantasía. Aquella fecha quedará grabada a fuego en mi propia mente desquiciada. Había despertado entre las sabanas blancas de mi cama completamente pegajosa y el olor en la habitación era ferroso, un olor que yo apenas soportaba, ya que caía desmayada al instante, pero en esta ocasión no ocurrió. Al abrir mis ojos miré directamente el espejo que estaba en mi tocador y pego un grito. Mi piel, mis sábanas, mi alfombra, mis almohadas, mi pelo… todo estaba cubierto de sangre. Veía al asesino de mi novela, aún sin nombre fijo, reírse de mí mientras gritaba “asesina, asesina” o “eres yo, te estás convirtiendo en mi”. Corrí inconsciente y di con el cadáver de mi vecino en la alfombra con motivos tribales de su salón. Vomité, pero poco importaba una mancha más en aquel desastre. En el cadáver de su vecino se veía su piel despellejada formando el signo de géminis.
Alguien alerto a la policía por el olor putrefacto que salía de su casa. La policía se presentó en mi casa dos semanas después. Ya había perdido completamente la razón ¿Qué era real y qué fantasía de mi propia mente?
casi al final has cambiado de primera a tercera persona en la narración. Por lo demás me gustó. Saludos