La fecha para la reunión estaba acordada desde hacía meses, y a pesar de la amenaza de tormenta para ese fin de semana, la “orden del temple” se reuniría en el lugar acordado: una casa rural a las afueras de la ciudad de Ponferrada. Siempre alquilaban ese pazo para las reuniones; donde además de la práctica de su juego de rol favorito: “La cruzadas”, se realizarían otro tipo de conferencias y reuniones.
El maestro, Garmond de Picquigny, organizaba una reunión semestral donde el juego del rol era gran protagonista. Los papeles eran elegidos al azar; una urna con unas bolas sin identificar marcaban el destino de sus víctimas. Moros y cristianos representarían un papel hasta el final, pagando un duro precio con su vida.
Muchos desconocían las reglas del juego. La mayoría engañados, acudían a un encuentro donde el motivo era una reunión comercial. Garmond, representante de la compañía, seleccionaba a posibles candidatos.
Todo estaba calculado. En el punto de encuentro, existía una urna para miembros de la orden, los cristianos, y otra para los seleccionados, los musulmanes. Éstos últimos, desconocían su verdadera participación en un juego de rol donde la muerte, al menos de un participante, estaba asegurada.
Pero la amenaza de tormenta se hizo real y un rayo cayó sobre la casa, destrozando el pajar aledaño a los establos; pero ante el temor que alcanzara el edificio principal, se hizo necesaria la llamada a los bomberos de la zona.
La reunión prevista debió suspenderse. Nadie moriría ese fin de semana y la orden del temple, sin el objetivo alcanzado, tendría que preparar en tiempo limitado una nueva junta, dado que la inmortalidad de su maestro estaba en peligro.
Buen relato, Mencía.
Me ha encantado Mencía.
Saludos Insurgentes