Querido Nieto:
Hoy 11 de septiembre de 2020, te escribo esta carta en el primer día de tu vida. Con la esperanza que, en un futuro, seguro que no muy lejano, la puedas leer y comprendas la bendición que ha llegado a mi vida con tu nacimiento. Hoy por fin puedo celebrar este día con alegría, dejar atrás los recuerdos que se me amontonan en cada 11 de septiembre, así durante los últimos veinte años. Quizás pueda olvidar aquel fatídico día en el que cambiaron nuestras vidas. Yo era un limpiador, un simple limpiador, que como cada día hacía mi trabajo, hasta que alguien decidió, no se porque, destruir nuestra vida. Yo era un hombre alegre, todo el mundo me saludaba por mi nombre cuando llegaba al trabajo. ¿Sabes lo difícil que es eso en esta ciudad?
De pronto, muchas personas que conocía desaparecieron. Yo intenté salvar a mucha gente, y lo conseguí. Pero también vi morir a muchos, de la forma más horrible, desangrados, mutilados, arrojándose por una ventana. Desde entonces todas esas visiones me han perseguido, despierto, dormido, en todo momento. No han sido pocas las veces que he deseado haber muerto, en lugar de haber vivido esta pesadilla continua.
Pero hoy ha sido todo distinto, cuanto te he visto ahí, en tu cuna, tan indefenso, pero tan lleno de vida, mis visiones han desaparecido, mi angustia se ha esfumado. Por primera vez en veinte años, tengo ganas de vivir, de soñar en ese futuro tan bonito que te espera, porque estoy convencido de que tú harás que este mundo sea mejor, aunque nosotros hayamos hecho todo lo posible por que no tuvieras ese futuro. Al fin y al cabo, todo lo que ocurrió aquel día, es en parte culpa de todos.