El prestigioso investigador Arthur Blake contemplaba petrificado la pared. Entre todas las mentiras, datos y pistas sobre el caso discernía la figura de su mejor amigo en el centro de todas las acusaciones. John Gray era su mejor amigo desde siempre, pero no conocía su cara oculta de estos últimos años, había asesinado a 14 personas.
Arthur solo veía una salida para no perder su reputación y elucubró un plan, pero este era peligroso, era jugar con fuego, pero se tenía que arriesgar. Antes de salir en busca de John llamó por teléfono y se puso su abrigo para no mojarse con la lluvia que hacía de aquel día uno más lúgubre aún si cabe.
Cuando John le abrió la puerta, Arthur, con los ojos inyectados en sangre le apuntó con su revólver.
- ¿Qué haces?- Eres tú el asesino John, lo sé.
- Te ha costado averiguarlo.
- Esto no es un juego.
- Tan solo cumplía órdenes.
- ¿De quién?
- Si te lo dijera no me creerías, sabes que puedes confiar en mí- tragó saliva y mirando al revólver le preguntó- ¿me matarás?
- Me has puesto en una situación muy difícil John - bajó el revólver y le entregó un papel-. Acabo de hacer una llamada. Mañana ve a la dirección que te he escrito en el papel para recoger tu documentación falsa, ahora tendrás otra identidad. Cógela y sal del país ese mismo día. Al día siguiente de tu marcha daré tu nombre como sospechoso de los crímenes, así que será imposible que te detengan.
- Muchas gracias...
- Cuando estés en un lugar seguro quiero explicaciones, y hasta entonces cuídate amigo.
Arthur se fue bajo la lluvia. Conocía muy bien a John y sabía que nunca haría aquello si tuviese otra opción, así que sabía que decía la verdad.