«¿REALIDAD O FICCION?»

Acudía a la comisaría para renovar el permiso de conducir cuando encontré una larga cola debida a las medidas sanitarias Covid. En pleno confinamiento  llevaba meses sin salir de casa y la segunda parte de mi novela El sueño de Gullimar, estaba aparcada en mi cabeza presa de la desilusión que el hecho de promocionarla en solitario me sumió. Tras unos meses dando vueltas al porqué de sentarse  a escribir, encontré la respuesta. Me sumergí en los campos de lavanda para crear una novela romántica con un toque paranormal  que consiguió que olvidara a los habitantes de Terra, pero el sentimiento de que la había dejado inacabada me perseguía. Sabía que algún día les devolvería a la vida. Se lo debía a mis fieles lectores y a mí.

Espere unos minutos pero decidí marcharme cuando dos agentes, que acreditaron ser agentes secretos, me obligaron a entrar en una furgoneta, cerraron la puerta y comenzaron a interrogarme.

      — Me llamo Roberto, y  él es Guillermo

     — ¿Conoce a Winona Gullimar? ¿Puede llevarnos hasta ella?

  Me hicieron reír, más por los nervios que la situación me provocaba, que por las absurdas preguntas que emitían.

      — Winona es un personaje.

     — ¿Intenta reírse de nosotros?

     — Pueden comprobarlo.     

 Recordé que mentaba a la policía en un capítulo y pensé en si había ofendido de alguna manera a sus instituciones, o algo así.

     — En su novela menciona una pandemia y tras ella un cataclismo.

    —  ¿A qué vienen esas preguntas, Winona no existe?

    — Investigamos la procedencia del virus. Necesitamos encontrarla. —terminó la frase mientras se sentaba en el asiento del conductor.

    — ¡Miente! —Gritó. — ¿Cómo sabía de su existencia? 

     — ¡Esto es absurdo! Grité nerviosa —tienen una orden para retenerme, o me marcho.  

 La furgoneta  nos trasladó a  una avioneta y me obligaron a subir. En medio del océano saltamos al vacío en paracaídas. Nadamos a la orilla de la playa y seguimos un camino que nos introdujo en unos manglares idénticos a Terra. Tras varias horas de caminata atravesamos una roca y llegamos a una de sus playas. Ahora había un refugio antinuclear en lugar de una cabaña de madera.  

     — ¡Lo reconoces  Winona! Tenemos razones para pensar que será habitable después del cataclismo.

 Como era posible que la policía hubiera confundido la ficción con la realidad y le hubiera dado crédito. Roberto y Guillermo. Eran los nombres de los dos protagonistas de mi libro. ¿Estaban locos o qué?  Al llamarme Winona me asusté. Les observé. Sus caras me resultaban familiares. ¿Dónde les había visto  antes?

      —  Sabemos que una catástrofe mundial se avecina. Puede que el virus que ataca la tierra no provenga de aquí. Los detalles de tu libro  ya ha sido contrastados;  todo coincide. Nosotros vamos a ayudarte a recordar las coordenadas.

     — Esto es un error.

     — ¡No lo es!  La puerta que atravesó Gullimar, existe. Aquí, en esta playa hay otra puerta sumergida. No sabemos cómo. Pero si  cuándo se abre. Alguien te eligió para vislumbrar el futuro con la suficiente antelación para que podamos cambiar el destino del planeta.

  Roberto  dibujó en la arena un infinito atravesado por el símbolo celta. Su mirada era confusa. Dudaba si realmente corríamos el peligro que yo, había descrito en una historia ficticia ¿Estaba empezando  a creerles? Winona existía en alguna parte de mi imaginación. Mi temor era que lo que había imaginado en mi creación pudiera ser real.

 En el horizonte vi que  una lancha se dirigía veloz a la  playa.

   — Debes encontrar la puerta, regresar a Terra y escribir allí el final o nada de esto tendrá sentido. Ha llegado el momento. Síguenos —y agarrándome de los brazos me adentraron en el mar. —Confía en nosotros. En tu interior está la verdadera Winona. Ella sabrá lo que hacer.

La policía notificó su  muerte por ahogamiento. Los cadáveres de los dos sujetos yacían en la orilla y fueron reconocidos por el director de la residencia de enfermos siquiátricos a la que pertenecían. Habían suplantado la identidad de dos policías que visitaban casualmente a su madre, una enferma que sufría esquizofrenia  y que ocupaba la habitación contigua ellos. Ella les había prestado un libro de ficción que habían creído a pies puntillas. Inyectado les  un fármaco que les paralizó encerrados en sus celdas, tardaron 2 días en demostrar a los médicos su verdadera identidad. Los locos lograron escapar y llegar a la autora para, en su alucinación, secuestrarla y hacerla reescribir un final en la que la protagonista regresando al futuro salvara a la humanidad. 

 La escritora confundió la ficción con la realidad y ese fue su terrible error. El expediente se archivó como caso no resuelto al no encontrar su cuerpo.

 Al adentrarnos en el agua, sentía la cercanía de la lancha que estaba a punto de darnos alcance. Dudé por unos instantes pero cuando vi desaparecer sus cabezas me sumergí buscándolos. La corriente les llevaba hacia adentro y sentí que mis pulmones se quedaban sin aire justo cuando la embarcación se detuvo encima de nuestra posición. De pronto algo tiro de mí y me absorbió hasta el fondo. Mientras me ahogaba recordé  dos fotografías que había visto cuando esperaba la cola en la comisaria. Eran dos locos que se habían escapado de un psiquiátrico a los que se buscaba desde hacia pocas horas. Cuando les reconocí, flotaban inertes pero mi mente seguía viajando a través de un túnel inacabable similar al de mi novela. Tras una fuerte sacudida entre las olas, el mar me escupió de nuevo a la playa. Estaba desierta. La lancha había desaparecido. Al instante reconocí el lugar, lo había visto cientos de veces en mi imaginación. ¿Estaba en Terra?

                                                                               FIN