- Pero estás aquí, Jack.
- Si, estoy... pero, ¿de qué modo? Apenas empiezo a recordarlo, vuelve ese nudo que me aprieta justo aquí - señalándose un poco más abajo de la nuez.
- Ya hemos hablado de eso. Siente ese nudo, solo es el miedo queriendo liberarse. Respira y siéntelo. Te ayudará a que se deshaga.
Jack tomó aire profundamente, intentando controlar la respiración.
Llevaba 20 años acudiendo a terapia. Al principio, todas las semanas. Después, se espaciaron las consultas hasta acudir de forma esporádica. Pero hoy, en la víspera del aniversario del suceso que le cambió la vida, necesitaba que Rose escuchara de nuevo su historia.
- Bien, cómo te decía, había humo y gritos. Mis compañeros entraron en pánico y cuándo vi en las pantallas lo que estaba pasando varios pisos más abajo, me desmayé. Cuando desperté, sin saber el tiempo que había pasado, todo era muy confuso. Vislumbré la sombra de alguien que resultó ser el bombero que me salvó la vida. Apenas podía balbucear el nombre de mi novia. El resto de palabras se entremezclaban en mi cabeza. Además, no sentía algunas partes de mi cuerpo... Había sufrido un ictus.
- ... y a pesar de todo, aquí estás: vivo, fuerte, capaz. Algunos días se te siguen nublando, como el de hoy, pero de esos días oscuros renaces cual ave Fénix, Jack.
Tras un ejercicio de respiración profunda guiada, Jack se despidió de Rose y abandonó la consulta, más ligero de equipaje, aunque sabía que el nudo seguiría acompañándole toda la vida.
“En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible.” Albert Camus
