<El agua se desliza entre mis tobillos, en un vaivén lento y suave que me hace querer permanecer por siempre en la misma postura, frente al vasto océano perdiéndose en el horizonte, juntando el celeste del cielo con el azul salpicado por espuma blanca. De pronto, escucho un chapoteo a mi espalda, el sonido inequívoco de unos pasos que se acercan a mí. Sé a quién pertenecen, y por eso sonrío. Ya puedo notarlo a mi espalda cuando…>
¡PUM!
Un balón impacta contra mi cabeza y me hace volcarme hacia delante y soltar la libreta que tengo entre las manos. Miro a mi alrededor, desorientada, hasta darme cuenta de que estoy sentada sobre la toalla y no en la orilla, como creía hasta hace pocos segundos. Confusa, voy a incorporarme para recuperar mi bloc cuando unos brazos me rodean, tal y como iba a haber sucedido de no haber sido por la pelota que casi me arranca la cabeza. ¡Pero esto pasaba unos metros más allá, donde la arena se junta con las olas que vienen y van!
-Perdóname, mis amigos son unos brutos y no controlan sus movimientos. ¿Estás bien? –me pregunta una voz grave, que sé que se corresponde con la de la persona que se acercaba a mí.
Me giro rápidamente y me encuentro frente a unos hipnóticos ojos azules que me miran con preocupación mientras que las manos de su dueño masajean la zona del golpe. Y de nuevo sé que son esos ojos en los que pensaba cuando miraba hacia el horizonte. Pero ¿ha pasado o no?
-¿Te duele algo? ¿Necesitas que te lleve al hospital?
Salgo de mi estupor y le digo que no, agradeciendo su interés. Me levanto dispuesta a huir avergonzada y él me tiende mi cuaderno abierto. En él puedo reconocer mi letra, relatando justo lo que pensaba que había vivido en carne propia. Su voz irrumpe mi desconcierto.
-Oye, me gustaría disculparme mejor. Aquellos idiotas y yo tenemos una banda, tocamos esta noche en el Shadows. El concierto empieza a las nueve ¿Te apetece venir?
-Claro, allí estaré. Gracias –respondo enigmática antes de darme la vuelta e irme, con su mirada clavada en mi espalda como sucedía en mi libro.
De camino a mi casa en el autobús no puedo evitar zambullirme de nuevo en la historia que estaba narrando. El hombre de cabello dorado y ojos celestes que me recordaban al mar en el que lo estaba esperando es el que acaba de preocuparse por mi contusión. Y yo creía que lo conocía, pero, a menos que el de la amnesia generada por el golpe sea él, está claro que no nos habían presentado antes. Pero yo sé su nombre, conozco sus expresiones y he sabido que era él incluso antes de verlo cara a cara, como me pasaba en el texto. Claro, que la del texto no soy yo, o al menos no la yo de carne y hueso, sino un personaje. Pero él no, qué extraño…
Mientras me preparo para el concierto, no dejo de darle vueltas a lo mismo una y otra vez. Solo hay dos explicaciones, o bien estoy completamente loca y vivo en una realidad paralela, o bien he montado toda una película alrededor de un chico en el que habré reparado al llegar al paseo marítimo. Y, teniendo en cuenta que esta última explicación es la más lógica a pesar de que yo no esté del todo cuerda, no se me ha ocurrido nada mejor que darle contexto, colocarme como protagonista y trasladarlo por escrito al romance que estaba redactando.
Dejando mis cavilaciones a un lado, llego al pub quince minutos antes de que empiece el concierto. Nada más fijar mi vista en el escenario, lo veo con los mismos chicos con los que estaba antes. Como atraídos por un imán, sus ojos me encuentran al fondo del bar entre la gente que está en las primeras filas. Me saluda y se vuelve hacia el piano para dar inicio a la actuación.
Cuando acaban, tengo una enorme sonrisa en la cara gracias al increíble recital de versiones que han tocado, algunas más cañeras y otras auténticas baladas. Y, casualmente, también tengo unas diez páginas nuevas añadidas a mi historia. Sigo dudando si no se está quedando conmigo fingiendo que no me conoce porque soy incapaz de recordarlo a causa del golpe, de modo que, cuando se acerca a preguntarme qué me ha parecido el show, se lo planteo a bocajarro.
-No, la verdad que no tengo idea de quién eres. Pero, haciendo alarde de una valentía que no siento, voy a confesarte que no he podido dejar de pensar en tu sonrisa en toda la tarde.
-Yo tampoco he podido dejar de pensar en ti. He sentido una conexión increíble, es como si te conociera de siempre. Como si ya tuviéramos una historia que los dos desconocemos.
-Pues no me importaría empezar a descubirla… -confiesa.
Y antes de que sus labios entren en contacto con los míos, yo ya sé cómo van a saber, cómo su mano se va a colocar en mi mejilla y la va a acariciar con ternura mientras que la otra descansa en mi cintura. También conozco la manera en que mis dedos se deslizan entre su pelo y llegan hasta acariciar el pendiente que le cuelga de su oreja izquierda. ¿Cómo es posible, si todo esto ha pasado al principio de mi novela, pero no a mí en persona? Sinceramente, no encuentro respuesta y por el momento no me preocupa. Solo me interesa la manera en que nuestras bocas encajan y todo lo que me provoca. Puede que antes no supiera que lo estaba usando como inspiración y no era real o puede que yo haya escrito nuestro futuro antes de que este ocurra, pero presiento que no será la última vez que nos ocurra algo así…
