Era el último día de clase de historia antes de los exámenes finales, yo no estaba preocupado, había aprobado todos los parciales y aquel final, se me antojaba tan solo como un trámite. Aquella última clase, debería estar dedicada a dar un último repaso a lo impartido durante el tercer trimestre. Una etapa dedicada casi por completo al estudio de la guerra civil española. Aquella era una parte de nuestra historia especialmente sensible y que a los profesores les era especialmente complicado de explicar. Aún estaba muy reciente en la memoria y la especial sensibilidad de uno y otro bando, aún estaba a flor de piel. Por suerte, nuestra profesora, ha sabido caminar por los hechos y acontecimientos de la contienda, sin dejarse llevar por ningún tipo de fanatismo o preferencia, y eso es de agradecer.
Pero aquel día, la profesora hizo algo que nadie esperaba:
—Cerrar todos vuestros libros, hoy no los necesitaremos. Hablaremos de la guerra civil, pero desde otra perspectiva, la vuestra y la de vuestra familia. —Dijo la profesora.
Todos nos quedamos estupefactos, nos sabíamos muy bien que pretendía, pero ella nos lo aclaró:
—Todos y cada uno de nosotros, tenemos tenéis o habéis tenido, abuelos, bisabuelos, tíos, etcétera… que han vivido la guerra, y a buen seguro os habrán contado vuestras experiencias. Cada uno de vosotros compartiréis con todos algo de lo que os han contado.
Ahí es donde yo entré en pánico. Yo tenía mucho que contar sobre mi familia, pero nada bueno, nada de lo que pudiera estar orgulloso, todo lo contrario. Si contaba la verdad, todos me odiarían para siempre.
Tengo dos minutos para inventarme algo, seré el próximo en salir a la pizarra.
Me ha encantado, enhorabuena paisano.
Saludos Insurgentes