Rebeca Martín Diosdado

«SI LO SIENTO NO PUEDE SER TAN MALO»

995 palabras
8 minutos
81 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
🏆 Fantasea sobre la vida de un autor o autora que convierte en best seller su ópera prima.

Siempre miraba a su alrededor con miedo a ser descubierta. Elisa escribía a escondidas porque se sentía única y libre, en una comunidad donde los libros estaban prohibidos, y toda forma de escritura o lectura se castigaba con tratamientos psicológicos, abrasivos para el cerebro humano. 

Todo ese proceso estaba estudiado con el fin de poder cambiar la conducta de los descarriados que se atrevieran a desobedecer las normas.

En Neepawa city llevaban quince años sin libros, sin leer ni escribir; eran las nuevas normas que decidió el consejo de gobierno. Eran inapelables y para siempre. 

La ciudad estaba atravesando por una crisis económica-social y política, en las que las grandes industrias e individuos con mayor autoridad y riqueza, se aprovechaban de la muchedumbre más indefensa.

Había un edificio bajo llave, repleto de libros de literatura, ciencias, matemáticas, enciclopedias ilustradas y cientos de libros más… equipada al completo por todos los libros recogidos de todos los ciudadanos, “Patrimonio cultural urbano” es lo que decían que era. Pero nadie podía tener acceso, solamente se abría cuando los cultos de la ciudad necesitaban consultar algo para dar clases en el colegio. 

Allí, se limitaban a escuchar al profesor, aprendían de memoria todas las materias y se cuestionaba en voz alta todo aquello que no se entendía, nunca sin pasarse mucho de conocimientos, no les convenía. Cada año subía el déficit de fracaso escolar, y con ello, las terribles dificultades madurativas de los niños hasta bien entrada su vida adulta. 

Elisa iba porque así se lo habían impuesto, no porque quisiera, de cara a la sociedad era una más, pero cuando caía la noche, sus musas la visitaban dejando volar su imaginación y su inocencia como escritora.

“SI LO SIENTO NO PUEDE SER TAN MALO” se decía Elisa una y otra vez. Se sentía culpable por engañar a sus padres, pero si la descubrían estaban obligados a llevarla frente al consejo y esperar un tratamiento adecuado a su grado de “enfermedad”. Su padre era psicólogo, y su trabajo era averiguar a quienes tuvieran la “inquietud bibliofila”, así era como llamaban a la enfermedad inventada, haciendo exhaustivos exámenes semanales a toda la población para detectar posibles casos, los cuáles eran derivados a la tortura del consejo.

Elisa escribía en hojas sueltas de un viejo cuaderno de su padre, de su juventud, de cuando eran libres para expresar lo que sentían, de cuando escribir era un acto cotidiano de comunicación, de cuando exteriorizar los sentimientos de tu alma y tus pensamientos, era un privilegio al alcanze de todos.

Ese cuaderno lo rescató del saco que tenían que llevarse. Robaban cada libro, cuaderno, diario, manuscrito… que encontraban en las casas. Ella no recordaba haber derramado más lágrimas en la vida, cuando le arrebataron de sus manos su libro favorito: “Moby Dick”.

Ahora tenía veinte años, pero ya con cinco sabía leer y escribir. Su temprana curiosidad por la literatura y todo lo que tuviera que ver con la escritura, le fascinaban. Era feliz cogiendo un libro de la estantería y pasando horas al lado de la ventana; se sumergía en historias de caballeros y princesas, criaturas de un universo de fantasía y extraordinarias aventuras, amando cada letra de un mundo que sería imposible para ella.

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Con manos sudorosas y el corazón palpitante, Elisa aguardaba su turno en la sala de espera del despacho de su padre. Veinte minutos de total incertidumbre, preguntándose cuáles serían las preguntas que hoy le formularía. 

Intentaba estar calmada para que él no se diera cuenta de sus encuentros nocturnos con sus más íntimos pensamientos. Que escribía clandestinamente en unas hojas, y las guardaba en una baldosa suelta de la despensa, debajo de una de las estanterías de conservas. 

—Elisa toma asiento. ¿Cómo estás hoy?

—Estoy bien papá.

—Comencemos la sesión. Sabes que no puedes mentir. Es mi deber conseguir que tengas esa confianza conmigo que tuviste de pequeña, y creo que estoy a un paso de conseguirlo.

—Seré sincera. Lo prometo.

Cuando salió ya no era la misma. Algo en ella cambió.

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—Dr. Douglas, tengo un mensaje del consejo para usted. Deberá personarse en diez minutos frente a ellos para tener una reunión de carácter urgente.

—Ahora mismo estaré con ellos. Gracias por informarme.

No se demoró más de cinco minutos, estaba inquieto por saber qué tan importante era lo que tenían que decirle con tanta urgencia. Solamente lo llamaron una vez con esa premura, hace cinco años, cuando desapareció su hija Elisa.

—Doctor, ha llegado a nuestras manos algo que nos gustaría que viera con atención, y necesitamos que sea sincero.

El presidente le mostró un libro con las cubiertas negras, en la portada aparecía el dibujo de una rosa blanca bañada con gotas de sangre y unas letras doradas que ponía: “NO NOS QUITARÉIS LA ESPERANZA DE SOÑAR”. Debajo del título, un nombre con letras rojas se vislumbraba amenazante: “ELISA M. DOUGLAS”

Él se quedo fascinado, sin mediar palabra, no podía creer lo que sus ojos estaban presenciando en ese momento. Su pequeña, su Elisa, había escrito su primer libro, del que ya habían imprimido diez ediciones, era best seller en treinta países del mundo y traducido a ochenta idiomas.

Él mintió cuando dijo que no sabía por qué su hija huyó, en lo más profundo de su alma sabía que su hija tenía un talento innato y debía ser explotado. 

La cultura es conocimiento. Ser inteligente es tener perspicacia, astucia, imaginación, coherencia, razonamiento, juicio… No está ligado a la maldad, ellos estaban equivocados, y eran egoístas al prohibirlo y al sentirse amenazados por ello. Él la conocía y sabía que estaba destinada a ser grande. Por eso la dejó marchar y no la buscó. Sabía que llegaría el día de su triunfo.

—Doctor, ¿no tiene nada que decir? Si no habla quiere decir que la está ocultando y mucho peor, apoyándo su insufrible conducta.

—Mi hija es libre, está en su derecho de expresar lo que siente. Ella brilla por encima de todo.

Rebeca Martín Diosdado
Soñadora incansable, perseguidora de palabras, creadora de historias increíbles.
Miembro desde hace 2 años.
48 historias publicadas.

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Yolibreandohistorias
06 sept, 01:23 h
El último párrafo 😍 que historia más sentida. Enhorabuena
Rebeca Martín Diosdado
08 sept, 17:12 h
Me alegra. Muchas gracias por tu comentario!
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