Katia tuvo que ausentarse una hora del trabajo para acudir a su cita médica. Llamó por teléfono a radiotaxi y a lo que salió del portal ya había allí un taxi esperándola.
—¡Hola, buenos días!, Al hospital clínico, por favor.
—¡Buenos días! ¿A la puerta principal, a urgencias, o a consultas externas? —Respondió preguntando el taxista.
—A consultas externas.
Salieron de la calle de su trabajo a una gran avenida donde los semáforos habían dejado de funcionar. Conforme el taxi avanzaba, en cada cruce se producían pequeños choques de coches debido a la confusión del momento. Al llegar el taxi a la rotonda de la ciudadanía, ya había policía dirigiendo el tráfico.
—¿Qué ha pasado, señor agente? —Inquirió el taxista un poco nervioso.
—Nada grave, parece que ha habido un apagón, circule extremando la precaución.
Y así, gracias al buen hacer del taxista, llegaron al hospital.
Katia entró por la puerta y le sorprendió que el hospital siguiera funcionando con plena normalidad pese al apagón. Subió unas escaleras y se sentó en un banco del pasillo frente a la puerta de su consulta, que hacía las veces de sala de espera. A los diez minutos la puerta se abrió, salió de ella un matrimonio y justo después un enfermero joven con piercings y tatuajes que le sostuvo la puerta a Katia para que pasara dentro. Le cogió el volante de la cita y le echó gel hidroalcohólico en las manos.
—Buenos días, Katia. —dijo el médico.
Ella, de la preocupación y los nervios que llevaba encima no alcanzó a decir nada inteligible.
—Bien, tengo aquí los resultados de las pruebas y parece que todo fue un susto, no hay nada de qué preocuparse. — prosiguió el doctor.
—Entonces… ¿no es cáncer? —Preguntó Katia respirando, por fin, aliviada.
El taxista muy profesional.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes