Es primavera. La sangre bulle con brío en el cuerpo del joven. Sus embestidas hormonales parecen aliviarse con un taconeo compulsivo.
De la cartera saca un sello con el rostro de Sócrates, su pensador favorito. Sonríe hasta que vuelve a imaginarse a Estela, cuyo nombre escrito en el lado del destinatario recorre su índice lentamente, como el ritmo de una caricia sobre la piel amada.
Rememora el contenido de la carta: la revelación de su amor por ella. La incógnita de lo que ocurriría con su lectura le deja las vísceras temblorosas, pero se imagina al filósofo persuadiéndole con una de sus frases célebres: “Ser es hacer”. Se decide por fin.
Da unos lametones al sello.
Pasan los minutos y empieza a sentirse flotando, subido a una nube multicolor. Se asusta con esa sensación desconocida y, buscando seguridad, saca el móvil. Encuentra un mensaje sin leer: “Hermanito, ¿te has llevado alguno de mis sellos? Se me ha olvidado decirte que son de LSD. Que no se te ocurra chuparlos”.
—Hijo de… —dice mientras cae desplomado.
Las alucinaciones florecen en su cabeza: un Sócrates vestido de Drag Queen agoniza a su lado. Con esfuerzo le lanza, a modo de exhalación final, besos de carmín que el aire transforma en unicornios; burbujeantes unicornios rosáceos que explotan en contacto con su piel.
Tras un rato, abre los ojos y se ve rodeado de gente. Agarra el brazo más cercano y tan solo acierta a parafrasear la última frase del griego: “Critón, debemos un gallo a Esculpio; no te olvides de saldar esta deuda”.
El final muy filósofo! Je, je, je...
Saludos Insurgentes
Muy original!
Confundió el sello con LDS. Pobrecillo XD