«Soñé que volaba»

Aquel día iba a ser especial, la noche anterior soñé que tenía alas y que esa mañana iba a volar. Supuse que eran los nervios de mi primer día de trabajo en una compañía internacional ubicada en el mismísimo New York. La Norte de las dos almas gemelas me daba la bienvenida y en el momento de llegar sabía que estaba más cerca del cielo que del suelo. La sensación de emoción entremezclada con los nervios del primer día, hacían que mi corazón palpitara queriendo huir. Con mi café sujeto por mi mano temblorosa, iba con pie firme a mi destino final. En mi cabeza mi presentación ante mi nuevo equipo de trabajo. Pero un ruido atronador me hizo temblar y miles de cuchillos en forma de lluvia de cristal comenzaron a caer sobre mí. En ese mismo instante el suelo comenzó a temblar, el polvo me envolvió y mis pies dejaron de pisar. Un grito ahogado de rabia y dolor se quedó en mi garganta sin atrever a salir. Mi mirada preguntaba lo que nadie podía contestar y mis ojos cansados me observaron con horror que no era yo. No me reconocía entre tanto horror. Todo ardía a mi alrededor, todo se derretía con el calor. Entonces todo se volvió silencio, la luz se apagó y mi cuerpo empezó a volar, un ángel extendió sus alas y en ellas me cobijó. Mis pies empezaron a descender, seguían a otros pies y los cuerpos entrelazados intentaban abrirse paso. Y de pronto entendí el sueño soñado. Mis alas se desplegaron para volar del horror que nunca he olvidado.