«Soy un genio»

¿Cuántos han sido? ¿Treinta, cuarenta, diez mil años? He perdido la cuenta. Cuántos y cuántas dioses y diosas, cuántas ideas absurdas sobre la vida y la muerte, cuántos mesías hemos tenido que matar o hacer desaparecer volando hacia los cielos; cuántas tonterías hemos tenido inventar para intentar tenerlos controlados, y al final, la idea más tonta de todas, la más sencilla de todas, es la única que no has dado resultado. ¡Y encima están encantados con ella! Es verdad que el humanoide que pusimos como tapadera podría haber sido un poco más, eso, humano, pero parece que, hasta este pequeño desliz ha jugado a nuestro favor. Ha sido tan fácil, después de tanto tiempo, tan sencillamente brillante, que es difícil no considerarme un genio.Puedo hacer que hagan lo que yo quiera. Lo que queramos, perdón, yo pertenezco al colectivo, el colectivo soy yo. Pero lo digo muy en serio. ¿Qué quieres que hagan? ¿Qué miles de millones se echen un balde de agua helada por el cuerpo? ¿Qué bailen de las formas más ridículas posibles? ¿O quizá que confiesen sus emociones más íntimas, así, a lo loco, sin preocuparse de quién pueda estar escuchando, recabando, memorizándolos? Ya sé qué parece que me lo estoy inventando, pero es así, no hay mucho más detrás.Después de milenios de buscar las formas más intrincadas y sibilinas para hacernos con sus secretos, para controlarlos, lo único que había que hacer era pedírselos. Como lo oyes. Dámelos para que todo el mundo los vea. ¿Qué quieres que hagan? Venga, dime. ¿A quién quieres que odien? ¿Cuál de sus diminutos continentes te cae peor? ¿Sabes lo que ellos llaman “país”? Podemos deshacernos del que menos te guste. ¿La clave? Darle a un mono narcisista un espejo en el que mirarse.