El día que Thomas McWich llegó a la academia de magia, hasta los cuervos que volaban alrededor huyeron atemorizados, un mal augurio flotaba en el aire al paso de Thomas. El pequeño caminaba entusiasmado observando cada rincón del castillo de Hemington, donde cursaría los siguientes seis años. Cada vez que se cruzaba con algún grupo de compañeros, alguna fatalidad ocurría, como en el grupo de los Colihan, que se les abrió sus maletines y sus libretas brotaban al viento como pajarillos mientras que Thomas caminaba junto a ellos plácidamente.
A la mañana siguiente dieron comienzo a las clases de magia. A primera hora, según el calendario de asignaturas, indicaba clase de “Encantamientos”. Thomas entró eufórico entre los primeros alumnos, sentía la necesidad de demostrar los pocos encantamientos que había aprendido en el verano, y recibir la aprobación del profesorado. En cuanto todos los niños ocuparon sus correspondientes pupitres, el profesor Cadabra comenzó la clase con su primer conjuro de bienvenida.
- Buenos días pequeños magos. Os doy la bienvenida con mi especial “bonumparti” —expresó el profesor Cadabra con su varita.Durante varios segundos, el aula se iluminó de diminutas partículas con cientos de serpentinas de distintos colores mientras que diminutos cohetes silbaban por los aires. Thomas y sus compañeros se pusieron en pie e intentaban sujetar las serpentinas sin éxito, ya que éstas desaparecían en cuanto rozaban la piel de los más traviesos.
- Bien. ¿Alguien sabría mostrarme algún encantamiento? —preguntó el profesor con su varita entre sus manos.
- Yo, yo he aprendido uno muy divertido —contestó Jack Houdini con entusiasmo.
- Adelante Jack, veamos lo que sabes hacer.
- ¡Ballosupra! —gritó Jack alzando su varita de hueso de dragón.
De pronto, cientos de globos volaron por toda la estancia, explotando cada vez que los niños los palpaban para hacerse con ellos.
El siguiente en mostrar sus habilidades con los conjuros fue Thomas, que con varita en mano se posicionó frente a sus compañeros con una gran sonrisa.
- Adelante Thomas, enséñanos lo que has aprendido este verano —dijo el profesor sujetando fuerte su varita por si surgía algún percance.- ¡Facies clarus! —exclamó Thomas con convicción.
Tras pronunciar las palabras de su encantamiento, los rostros de todos los niños, incluyendo el del profesor, se fueron transformando en personajes famosos. Un curioso conjuro del que todos disfrutaron según se iban reconociendo. El profesor Cadabra se convirtió en el Rey Carlos III de Inglaterra, los mellizos Follett se convirtieron en Los del Río, que no pudieron evitar cantar “La Macarena” para que todos los compañeros se pusieran a bailar. La compañera de pupitre de Thomas se reía bailando con torpeza al recibir el rostro de Mr. Bean, mientras que el tímido Marc se escondía bajo su pupitre con el rostro de Marilyn Manson.
Se encontraban algo cansados de escuchar “La Macarena” cuando el profesor le indicó a Thomas que finalizara con el encantamiento.
- Lo siento profesor, todavía no he aprendido a concluir el conjuro. Pensé que me podría enseñar usted —contestó Thomas con su voz angelical.
Jajajaja.
Muy original y descriptivo Mila, imaginación al poder!
Saludos Insurgentes
La imaginación al poder!!
Saludos Insurgentes