Me he despertado con una nueva sensación. No sé muy bien a qué se debe, pero lo voy a descubrir. Comienzo el día con la misma rutina de siempre, hago lo mismo, como si fuera en “piloto automático”. Pero siento algo distinto dentro de mí, un cambio, una transformación, no sé muy bien qué es, pero me transmite buenas sensaciones.
Estoy en el lugar que he elegido, dispuesto a hacerlo, he llegado hasta aquí para cumplir mi misión. En este mismo sitio estuve con mi amada hace tres años, pero nada ha cambiado. El sol calienta del mismo modo, el cielo tiene el mismo azul y hasta las olas parecen las mismas. La recuerdo con su elegancia innata hasta en bikini. Aunque está todo en el mismo sitio que hace años, hay algo distinto. Hoy hay mucha gente, gente por todas partes, moviéndose, hablando, riendo… parecen moscas revoloteando alrededor de la miel.
- ¡Esta playa está abarrotada!
- ¿Qué hago?, ¿me voy o me quedo?
La verdad es que, ya que he venido hasta aquí, he conducido más de dos horas, se me ha roto el aire acondicionado del coche, hasta creo que un radar de la autovía me ha “pillado” ... tengo que cumplir mi misión. Es pequeña pero muy grande a la vez. Es algo que llevo tiempo pensando hacer y nunca lo conseguía, realmente estaba bloqueado, desde que ella…, mi amor…, me dejó.
¡Me quedaré!, estoy decidido.
Pero lo primero que tengo que hacer es encontrar el lugar adecuado, tiene que salir todo bien, ya no hay marcha atrás.
Necesito planificarlo todo bien para conseguir mi objetivo. Dudo si es buena idea tumbarme en la arena, no creo que consiga el silencio que necesito porque hacía tiempo que no veía tantos niños gritando juntos.
Me puedo desplazar más hacia la derecha, pero no hay sitio, no sé dónde colocar la sombrilla y necesito un poco de sombra porque olvidé la gorra y este sol calienta como rayos.
¡No veo ningún hueco!¡qué horror! ¿de dónde ha salido tanta gente?
No sé dónde ponerme… y no quiero meterme en la sombra que ofrecen las sombrillas de mi alrededor.
¡Tengo que concentrarme!
¡Tranquilo, lo conseguirás!, me repito a mí mismo para no perder los nervios.
Y, de nuevo, vuelvo a recordarla junto a mí, en este mismo sitio.
Creo que me iré detrás de aquellas dunas, la zona está un poco más elevada y desde allí tendré una vista más amplia para decidir el lugar exacto para mi obra. La arena aquí está muy seca, se me queman las plantas de los pies, no corre una pizca de brisa, el sol es abrasador y olvidé mi protector solar.
- ¡Qué desastre de día!, me repito varias veces.
- ¡La sombrilla!, tengo que colocarla ya o me dará una insolación.
Estoy sudando como un pollo asado, necesito llegar hasta el mar y darme un baño lo primero, mi piel quema, todos mis poros están pidiendo frescor, siento que estoy en un desierto y camino hacia el oasis. La misión podrá esperar por un rato.
Pero ¿por dónde paso?, no veo ningún hueco, está todo abarrotado de gente, iré poco a poco para no pisar la toalla de nadie, para no llenarlos de arena con mis pies enrojecidos…
Ya voy llegando, sí, ya veo la orilla, ¡voy a conseguirlo! …
¡Por fin!, un pie en el agua, otro pie… ya me llega hasta la cintura…
¡Qué fresquita está! ¡qué sensación tan maravillosa de contraste en mi cuerpo! ¡qué bien me siento ahora mismo!
¡Ya me he refrescado!
Voy a volver por el mismo lugar (si puedo) hasta mi sombrilla que me espera, me llama, no se ha movido como un perro fiel. Tengo que coger el objeto que me ha traído hasta aquí: mi libro sin final.
¡Ya he llegado!, por fin estoy en la sombra.
Ahora me toca pensar cuál es el lugar más adecuado para mi propósito, ya me estoy cansando de esta playa.
Me siento tranquilo, más relajado, sentado sobre mi toalla resguardado de este sol de justicia y con mi libro entre las manos. Me ha estado esperando desde que llegué a la playa, ha sido paciente… y por fin estamos juntos, hoy lo termino.
Pero, ahora que pienso con más detenimiento mi plan, no puedo terminar de escribir mi libro con tanto ruido, no lo había pensado. Tendré que esperar a que llegue la noche para hacerlo. Sí, eso haré. La noche es más tranquila, lo envuelve todo con su silencio y la gente duerme.
Me tumbo bajo la sombrilla, junto al libro, lo coloco en la sombra y me relajo. Pasan las horas lentas, pesadas, como si este lugar no quisiera que me marchara nunca, como si necesitase mi compañía.
El atardecer es precioso, ese cielo de tonos anaranjados y esa bola enorme de sol que se esconde poco a poco. Es idéntico al que contemplaba junto a ella muchas tardes de verano.
Siento que ha llegado el momento, ya puedo comenzar.
Estoy frente al mar, no hay nadie, comienzo a escribir despacio…
Al cabo de varias horas lo termino. Vuelvo a recoger mis cosas: la sombrilla, la toalla, la nevera… y llego hasta mi automóvil. Regreso a casa eufórico, feliz, escuchando música muy alta en la radio, con la misión cumplida, pensando en mis quehaceres del día siguiente... cuando escucho algo, es la sirena de un coche de policía que se coloca junto a mí y me hace señales para que estacione en el arcén.
“¡Día redondo!”, pienso mientras me detengo.