«Todo lo que pudieses esperar»

Fuerte, segura, de armas tomar, cariñosa, paciente, todo lo que una hija pudiese desear. Son los atributos con los que desde pequeña podía describir a mi madre, pero los años pasan y las perspectivas varían.

Sufrir las penas en silencio, pensar antes de hablar y dar antes que recibir, las cosas que una madre hace , sin nosotros darnos cuenta hasta crecer, entonces te planteas ¿Es a caso ciencia cierta, el sufrir sin mostrar o sentir? Te sorprenderá la respuesta, pues más que de eso, se trata de percibir antes de decir.

Una madre siente con el más agudo de los sentidos, el nivel de preparación emocional de la persona que al lado tiene, modula su mensaje y solo comparte aquello con lo que cree que la otra persona puede lidiar.

Lucha a diario por mantener la estructura de una casa, su vida propia y su vida en pareja y muchas veces olvida que no es malo sentirse bella. Dejan a un lado sus necesidades vitales, para "rendir" en todos los papeles del cuento que le ha tocado vivir y lejos de querer endulzar todo lo que ello supone, hay que reconocer el merito que todo ello merece.

Este mensaje agridulce, sobre lo que ser una madre supone, trata de decir, que además de gurús, princesas de cuento y superheroinas, no debemos olvidar que las madres son eso, madres. Sienten miedo y vida en su interior, no dejarlas crecer sería como ignorar que algun día existieron las metamorfosis.

Hace tiempo decidí pasar a ser un mero espectador de ver brotar la flor más hermosa del jardín y esperar con cada primavera ver los nuevos colores que ella ofrece, entonces me dí cuenta, siempre había estado ciega y me había perdido todo aquello que la vida había puesto en mi horizonte.