Sofía viajó con sus amigas en un intento desesperado de olvidar aquella relación agónica y maltrecha que había llegado a su fin. Acababa de cortar con Carlos, atrapada por la monotonía y la simplicidad de él. Las mariposas habían muerto y los sueños habían quedado atrapados en un limbo que no encontraba la puerta de salida.
Rodeada de una multitud se separó de sus amigas sumida en una cruel tristeza. Deambuló perdida por las estrechas calles buscando un refugio donde oir tan solo el silencio de la noche, pero el Carnaval de Venecia era un bullicio constante. De repente, una puerta abierta de un soportal la invitó a refugiarse. Entró, y atrapada por la belleza de aquella escalera marmolea, decidió subir. Oyó música al fondo del largo pasillo. Un baile de máscaras, al más puro estilo Casanova, rodeaba aquella sala como si de una película de Fellini se tratara.
Alguien le cogió de la mano y la arrastró a rodar en círculo girando sobre sí misma, mecidos por aquella música del pasado. Sus ojos se encontraron atrapados por las llamativas máscaras que cubrían sus rostros. Huyeron de sí mismos buscando refugio en sucio hostal.
Él le bajó la cremallera del vestido buscando tocar su blanca carne con su entumecida lengua. Ella sintió su miembro acelerado sobre sus nalgas mientras se miraban en el gran espejo que presidía la habitación escondiendo su identidad bajo las máscaras. Se despojaron de sus ropas y se entregaron a la lujuria sobre aquella cama. Los húmedos dedos de él buscaban el regocijo de ella mientras su respiración se sumía en un alarido de placer.
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Los rayos vespertinos del sol atravesaban las ventanas dejando ver la lúgubre habitación. Sofía se levantó apresurada al comprobar que Carlos yacía junto a ella en aquella cama de Venecia.
Me ha encantado.
Saludos Insurgentes