El silencio de un salón repleto de personas contrasta sobremanera con el ruido de batalla que se reproduce dentro de su cabeza. Ha ganado tantas lides que parece haber olvidado los detalles defensivos, por eso no espera sorpresas más allá de algún sacrificio o algún ataque desesperado.
Por eso ha reforzado los flancos; asomado a la torre ha enarbolado la bandera y ha jaleado el valor de sus pones, a quienes ha visto avanzar como mártires hacia un lugar donde el peligro es tan certero como alentador. Cuando les perdió de vista se enrocó con el rey para ver mejor el punto de partida de los alfiles y seguidamente se montó en un caballo para cabalgar, haciendo eles, por los lugares más seguros del campo de batalla.
Ahora aconseja a la reina para el último ataque y su encuentro con el rey negro. La inercia le ha conducido a una situación de ventaja donde los últimos movimientos pasan por ser atacado a la desesperada por el alfil comandante. Pero aquello también lo ha previsto. El ruido de sables, chocando entre sí, le obliga a estar atento al flanco derecho de la batalla. Allí, un rey acorralado se mueve despacio intentando salvar la vida y, sobre todo, la dignidad.
Está a punto de clavar su espada y cantar victoria cuando se siente apuñalado por la espalda víctima de un peón aislado y un caballo que creía inutilizado. De repente se derrumba el castillo, los caballos se encabritan y la reina cae herida de muerte. Obligado a retroceder intenta pactar una tregua, pero es demasiado tarde. Mientras su rey blanco agoniza, él siente que ha perdido el honor y el respeto. Su cabeza se queda en silencio mientras en el salón atruenan los aplausos. El Rey ha muerto. Viva el Rey.
Enhorabuena!
Saludos Insurgentes