«Un mismo cielo»

Querida Gabriele.
Sigo pensando en ti cada segundo. Anhelo la hora de nuestro reencuentro.
¡Manaña!
Esta vez todo saldrá bien amor. 

Los dos bobalicones del área sur estarán borrachos como cubas. Tomás me consiguió el licor y por si fuera poco Carlos trajo sus químicos, ya sabes.

A las 23.00, llegas al área. En el punto exacto donde nos dimos nuestro primer beso. Justo ahí, verás un hueco en la valla; agáchate todo lo que puedas, desliza tu cuerpo.
Yo estaré justo al otro lado. Procura no engancharte en la alambrada, la cortaré lo mejor posible; pero ten cuidado gorrión.
No cojas nada. Tú, yo y nuestro amor. No dejaremos rastro. Borra con la rama tus huellas y taparemos el hoyo lo más rápido posible.

Raúl nos espera en el túnel. Nos consiguió un caballo.
Mañana la noche será oscura y pasaremos las colinas de madrugada.
Tengo unos amigos en Welford. Allí todos son libres. Está lejos pero lo conseguiremos.

Rompe esta carta amor mío. No podemos dejar pistas.
Te amo.
Mañana nuestro amor será libre Gabriel de mi alma, mi pequeño gorrión.
Con amor:
Antonio.

-Teresa lee la carta que encuentra en las manos rígidas de aquella hermosa joven-. Un reguero de sangre corre por su cara.
Se dirige a la alambrada, buscando el hueco en la reja.
Lleva la carta de Antonio en la mano y no puede dejar de llorar.
La bala que esos bastardos lanzaron a Gabriel se ha instalado en su corazón, como tantas otras en esta absurda guerra.
Antonio espera ansioso al otro lado.
Pero... ¿dónde está Grabriele? ¿Y mi gorrión?.
Los ojos de aquella desconocida que lleva consigo su carta, le confirman lo ocurrido.
El amor se fue y todo se marchó con él.
Corre junto aquella desconocida; pero ahora y por siempre sin rumbo.