Un nombre para la soledad. - Ana Rodríguez
Ana Rodríguez

«Un nombre para la soledad.»

627 palabras
5 minutos
99 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
💔 Ponte en la piel de un escritor o escritora que tiene un bloqueo debido a un desengaño amoroso.
Desde mi adolescencia adopté como lema aquella máxima de Shakespeare que decía: "Dad palabra al dolor, porque el dolor que no es expresado gime en el corazón hasta romperlo". La escritura siempre fue mi refugio, la Arcadia en la que me evadía de los embates de la realidad, sirviéndome de un engalanado entramado de palabras para confeccionar el dique que impidiera el paso a los miedos y al dolor. Allí, tras las murallas de mi fortaleza inexpugnable compuesta de letras me sentía libre, inmune a los daños de la mano humana que destruye todo lo que toca. Dicho de otro modo, en ese universo imaginario me sentía cerca de los dioses. Debido a ese sentir, me parece muy acertada la consideración que los antiguos griegos tenían del artista como poseedor de una divinidad en su interior. Ellos pensaban que en el momento álgido de la inspiración el artista llevaba a un dios dentro de sí. Desde luego, ¿Cómo no sentir la proximidad a la divinidad cuando la inspiración se adueña de ti, permitiéndote crear tu propio mundo con palabras? El proceso de la creación ni siquiera parece ser deliberado, las letras tan sólo surgen de lo más profundo de tu alma como si una voz sobrenatural te las dictase. Entonces, con los ojos cerrados va agolpándose en tu mente palabra tras palabra hasta articular tu discurso, tu escenario, tu universo. Así, construyes tu realidad, mediante las palabras vas sometiendo a lo desconocido, que podría ser una amenaza potencial, tornándolo inocuo, pues las palabras te permiten estabilizar y fijar lo inestable, mantenerlo bajo tu control. Pero mi paraíso prístino se vio desmoronado cuando le dejé entrar a él, que llegaba en su barco desde la tierra de Venus, con aire promisorio de deleites. Las promesas falsas de su amor contaminaron mi cielo, las emociones ya no encontraban expresiones en las que ser apresadas y contenidas, sino que me rebasaban, se apoderaban de mí, convirtiéndose en mi verdugo. Ahora el maremágnum de sentimientos en el que me encontraba inmersa era como una tempestad en medio de la cual las emociones, cual lluvia sorda, gritaban a mí oído palabras tan fuertes que no alcanzaba a oír. Únicamente podía escuchar un estrepitoso rumor inaprensible, que me causaba confusión. La violencia había hecho aparición dentro de mi refugio, de manera que la escritura dejó de tener su función terapéutica y sanadora para convertirse en el puñal del cual huir. Pasó de ser refugio a ser la causa de mi fuga. Cuando trataba de plasmar al papel mis sentimientos no era capaz de definir lo que sentía, sino que me topaba con el bloqueo, con una mente en blanco, y eso me provocaba frustración. Me hacía sentir indefensa, pues ya no tenía muros tras los cual protegerme, la batalla a librar era entre yo sola contra la bestia de la incertidumbre, del no saber qué ocurre en tu interior, sin burladeros tras los que esconderme. Ya no me reconocía a mí misma, mi manera de sentir había cambiado, y no encontraba definiciones para mis nuevos sentimientos. Me preguntaba: ¿Qué era aquel dolor que me atravesaba el pecho? ¿Dolor? No, no era simple dolor, era algo más elevado, algo superior, pero no encontraba el término que se adecuase.  ¿Soledad? Tampoco era simple soledad lo que me causaba su ausencia, porque lo que me dolía no era el abandono de su persona, sino el abandono de mí hacia mí misma. Por amarlo a él, yo misma me había dejado sola, yo me había negado el amparo. Esa es la verdadera soledad: cuando tú te sueltas de tu propia mano. ¿Y cómo se llama ese tipo de soledad? Quizá la soledad debería ser rebautizada. En busca de un nuevo nombre para ella estuve noches en vela...
Ana Rodríguez
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Mi
Mizoe22
03 sept, 03:25 h
Sí que debería ser rebautizada! Eres una genia!
Ana Rodríguez
04 sept, 17:13 h
Gracias!
Marina Fantini
04 sept, 18:31 h
Que bien pones palabras a ese sentimiento! Bravo
Ana Rodríguez
05 sept, 01:10 h
Muchas gracias!
Anastasia Sopale Thompson
09 sept, 23:43 h
«Pasó de ser refugio a ser la causa de mi fuga.» Me ha encantado esta afirmación por su profundidad y su sonoridad por alteración de 'f' y 'g'. Y dice una gran verdad: a veces se ama tanto al otro que se llega a tal extremo de anular el amor propio y tampoco es plan. Como bien dijeron los "enloquecidos" filósofos griegos: la virtud está en el justo medio. Enhorabuena, Ana.
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