En un cruce de caminos abandonados, se encontraron un joven y una sombra.
-¿Que vas a querer a cambio?
El hombre de negro respondió, con sonrisa de chacal y ojos de serpiente.
-Dentro de trece años, lo sabrás.
-No puedes hacernos esto, no puedes disolver el grupo así, sin más.
Kike suspiró. Acababa de revelarle a su banda, los Smoking Birds, que este concierto era el último que haría con ellos. Por supuesto, no se lo tomaron bien.
-Escuchad. Han sido trece años geniales, pero tiene que acabar. Es el momento de explorar…
- ¡Y una mierda!
Rober, el bajista, era quien peor se lo estaba tomando. El resto miraba al suelo, cabizbajos. Después de todo se lo olían, Kike estaba cada día más distanciado, Rober el único que se negaba a ver la realidad. Se fue del camerino dando un portazo, seguido lentamente de los demás.
Kike abrió una cerveza y se relajó en el sillón, cuando le pareció ver de reojo la silueta de una sombra.
- “No -pensó, cerrando los ojos-, aún no, déjame una noche más, un último show”.
Al abrirlos, estaba solo.
Los asistentes pasarían años hablando del que fue el concierto de sus vidas. Cuando Kike empezó a cantar, la banda olvidó sus rencillas y se fusionaron en una misma energía. Lo dieron todo, como lo habían dado durante todos estos años, un mismo espíritu, una misma alma.
A la mañana siguiente, Kike había muerto.
Ataque cardíaco, dijo el forense. Todos lo achacaron a una vida de drogas y desenfreno. Su funeral se llenó de celebridades, de la música, artes, política… Y nadie dio crédito a los rumores, de testigos que le habían visto salir del concierto acompañado de un hombre de negro con sonrisa de chacal y ojos de serpiente.
Triste historia, llena de incertidumbre.
Buena narración.
Saludos Insurgentes.